viernes, agosto 05, 2005

La hora de los acuerdos: la derecha imita a la Concertación

La hora de los acuerdos: la derecha imita a la Concertación

La oposición no se puede retrasar semanas sino días a las señales de acuerdo de la Concertación. Así que las listas de nombres con sus candidatos va a ser cosa de horas. La oposición no va: la llevan.



Es un acuerdo, no es la felicidad

La plantilla parlamentaria de la Concertación no está cerrada aún. Sin embargo, en estos momentos se están sufriendo los avatares propios de la recta final. Es un período tenso, en el que se camina por despeñaderos pero, no obstante, los dirigentes y los candidatos se están volcando a los procesos internos de los partidos para dirimir cada situación particular.

En conjunto, la Concertación experimenta los procesos propios de atreverse a tomar decisiones, a sabiendas de que el número de afectados por las definiciones son muchos.

Nada parecido está aconteciendo en la derecha. Su desacuerdo presidencial se expresa también en abandonar la iniciativa en este campo. Si los acuerdos fueran fáciles, nadie los aplaudiría. Pero, cuando son en extremo complejos, hay que reconocer los méritos allí donde los hay. Podríamos decir que la Concertación ha establecido un acuerdo base, con el que se puede dar inicio al proceso interno de cierre de la definición de candidatos. No es el acuerdo todavía, pero es lo que permite alcanzarlo.

En los días que vienen, se sucederán los episodios tensos o sabrosos, dramáticos o de sainete, que llenarán los espacios informativos. No obstante, bajo la agitada superficie, se trata de ir afinando decisiones, y de impedir que sobrevengan retrocesos en toda la línea.

Se sabe de inmediato que un acuerdo inicial es aceptable cuando nadie queda contento y, sin embargo, cada cual siente que ha cumplido con su deber y protegido lo fundamental de sus posiciones.

Cada quien ha debido regresar a su partido sabiendo que la tarea de llegar al consenso alcanzado demandaría un esfuerzo titánico. Y que, aún así, no cabían posibilidades de echar pie atrás, ni había mejores caminos.

¿Qué es lo mejor del acuerdo electoral de la Concertación? Que ha mantenido la obligación de los partidos de competir, entregando a los ciudadanos la oportunidad de decidir entre alternativas reales. Esto ha acontecido en un número importante de casos, pero es más significativo en el emblemático ejemplo de la competencia entre Andrés Zaldívar y Guido Girardi.

¿Cuál es el mayor costo que se paga con el acuerdo? Que existen lugares donde la elección no se dará entre las figuras que mayor mérito tenían para hacerlo. Esto se ha hecho a nombre de los equilibrios mínimos que proteger entre los partidos, pero ha causado las justificables reacciones en los lugares afectados.

Lo mejor y lo peor de cada cual

Desde luego, son procesos asumidos por los partidos tal cual son, no tal cual debieran ser. Por esto, se están resolviendo los casos polémicos de a uno, más como se puede que como se debe.

Pero la obligación fundamental de las organizaciones partidarias es resolverlos. Para ello es indispensable emplear procedimientos internos conocidos y aceptados. Sabiendo que cada cual tendrá que renunciar a parte de lo que más desea, y que esto no es más que otra forma de llamar a un acuerdo con ese nombre.

En cualquier caso, se puede ver que los puntos álgidos están siendo cerrados, recurriendo a lo mejor y a lo peor de cada cual.

Lo mejor tiene que ver con las muestras de desprendimiento, como en el caso de Ricardo Lagos Weber. Lo peor son siempre los intentos de presión que sobrepasan lo aceptable.

Hay interés de personas e intereses de partidos, y su conciliación nunca calza por completo. Pero lo más importante es decidir a tiempo en vez de a que el término del lapso disponible acabe por obligar a un desenlace inevitable, en el filo de las posibilidades legales de inscribir candidatos.

Cada partido tiene todo el derecho a sacar los cálculos que quiera para mejorar posiciones. Pero otra cosa es llevar las consideraciones técnicas hasta la desconexión con su electorado. Hay un punto en que lo teóricamente mejor lleva a desastres prácticos.

Dos suman menos que uno

Aunque nadie está libre de tirar la primera piedra, el mejor ejemplo de caídas reiteradas en errores lo encontramos en la derecha, como consecuencia, por supuesto, de su división presidencial.

En este caso, la partición de un todo en dos fragmentos suma menos que uno. Porque lo que estaba en juego no era un cálculo matemático, sino una realidad humana y política. Algo que no fue valorado por la dirigencia opositora.

Este error de origen llevó a un racimo de equivocaciones. Pocas veces se ha visto a la derecha tan profundamente descontenta consigo misma. Las campañas de Joaquín Lavín y Sebastián Piñera se han refugiado en el cultivo de la técnica electoral, como un mecanismo para olvidar la pérdida de una estrategia viable.

Aunque los abanderados se esfuerzan por derrochar optimismo, su galería no se engaña y no tiene ánimos ni para guardar las apariencias. Sabe que los constantes cambios de lemas de campaña, las euforias frente a una encuesta y la depresión frente a la siguiente, las rogativas al dios Inti (o a la divinidad que toque en la región que sea) y otras linduras no son otra cosa que muestras de desconcierto.

La oposición no va: la llevan. Cuando la Concertación avanza y consolida posiciones, la derecha sabe que se le ha agotado el tiempo, y que es necesario que cumpla su parte. En esta ocasión acontece otro tanto. La oposición no se puede retrasar semanas sino días a las señales de acuerdo de la Concertación. Así que las listas de nombres con sus candidatos va a ser cosa de horas.

Esta será una constante en el futuro. Cuando el oficialismo de un paso, la derecha dará el otro como acto reflejo. ¡Por lo menos que se oriente por el ejemplo!

Tanto ha perdido la derecha los reflejos que no ocupa sus ventajas comparativas. Tiene que acordarse de que la oposición tiene muchas posibilidades de llegar a acuerdos en sus negociaciones: son menos y tienen menos. Pero igual no han conseguido adelantarse al oficialismo ni siquiera en eso.

Pero lo importante de constatar que en este aspecto y en los demás, va a la cola del oficialismo. Y así seguirá: mientras no pueda renovar su liderazgo, seguirá buscando lazarillo. Y ahí están las diferencias para quien quiera verlas.

Con una Concertación que no comenta fallos, y con una oposición en la que el gremialismo otorga “credibilidad” al Poder Judicial, únicamente en las ocasiones en que sus fallos coinciden con sus opiniones.

Con una Concertación que proclama a su candidata en un partido que no es el de ella y una oposición en la que un candidato pide primarias y el otro está esperando el orden en el que saldrán perdiendo. Con una Concertación a la que el electorado le eligió candidata y una oposición que simplemente no le ha podido hacer caso a sus electores. Ellos le piden un candidato y sus partidos les entregan dos. Con lo cual informan a todos que ni uno ni otro tienen posibilidades de salir electos. Lo saben, lo reconocen y lo dicen… sólo para luego seguir en la inercia que los lleva a una derrota conocida y merecida.