Dos derechas... y pueden ser más
Dos derechas... y pueden ser más
La derecha está obligada a negociar para salir de su actual estado de confusión. No es fácil. Hay más de una UDI y de un RN. El temor a la desintegración se hace tan patente que de puro confundidos pueden llegar a la cordura.
Cada partido es divisible por dos
Ya se sabe que la derecha está experimentando la campaña presidencial como un calvario. En los momentos decisivos, las apuestas clave fueron mal hechas, y esto sucedió con tanta anticipación que queda “vía crucis” para rato.
Pero luego que se inicia una caída en avalancha, no es cosa de frenar en seco, rectificar y cambiar de rumbo. Lo que queda es llegar al final del camino en las mejores condiciones posibles. Ojalá sin huesos rotos y con contusiones leves.
Sin embargo, la sustancial pérdida de atracción de ambas campañas presidenciales opositoras está teniendo efectos más profundos que los inicialmente previstos.
Ante todo, la derecha está corriendo el riesgo de la fragmentación. Por supuesto, cuando nadie encuentra respuestas convincentes para salir del atolladero en el que se metieron, sin que alguien los empujara, lo que empieza a predominar son los proyectos parciales y de alcance incierto.
De momento, hay dos derechas, pero nada asegura que la contabilidad no vaya en aumento.
Porque si ya la oposición no pudo preservar la Alianza, lo que se ve ahora es que tampoco es seguro que pueda preservar la unidad de propósitos al interior de cada partido.
En la UDI, el tironeo se da entre la directiva y las candidaturas parlamentarias, así, por ejemplo, entre Jovino Novoa y Pablo Longueira.
El vacío de liderazgo dejado por Lavín, aún antes de perder y de retirarse, genera la necesidad de reemplazo. De allí la motivación por perfilarse que demuestra Longueira. No puede ser menos en alguien que se ve a sí mismo como la esperanza de su partido y una cierta encarnación del bien en la Tierra. Perfilarse en este caso es autonomizar la estrategia propia de aquella definida por el partido. Y allí está el choque.
Como se recordará, el mejor momento de Longueira fue aquel en el que concordaron las iniciativas de modernización del Estado con el Presidente Ricardo Lagos. Reposicionarse en ese papel, o más bien, en la imagen pública de ese rol, es lo que más le conviene. Sobre todo cuando la lucha senatorial con Lily Pérez se vislumbra como estrecha.
Como sea, el gremialismo ya no actúa como un solo equipo y pareciera que estos tiempos duros han desgastado sus convicciones colectivas más acendradas.
En RN, la tensión se instala entre las necesidades del candidato presidencial y las del partido. Si Sebastián Piñera se preocupa sólo de él y sus amigos, la tensión interna irá en aumento. Y se trata de un partido que no resiste bien este tipo de problemas.
Resulta que los intereses del candidato no son idénticos a los de RN. Al partido le interesa tener más parlamentarios y acortar distancia con la UDI. Pero poner candidatos como Carmen Ibáñez por Santiago trabaja en la dirección contraria, aunque le sea funcional a Piñera.
¿Tú también De la Maza?
Los dos partidos se están dividiendo y las conducciones hegemónicas están brillando por su ausencia. Pero si alguien se encuentra en dificultades ése es Joaquín Lavín.
Cuando todo parece ir mal, todavía puede suceder que aparezcan los amigos para dejar las cosas todavía peor.
Lo que hizo el alcalde Francisco de la Maza, al desahuciar en público la candidatura de Lavín, aparece como una puñalada por la espalda. Sin duda lo es, pero aunque suene incomprensible para quienes no están inmersos en el desquiciado mundo de la derecha, no tiene auténtica mala intención detrás.
Sólo en la oposición puede suceder que alguien haga una declaración tan deplorable y que no se le ocurra sentirse culpable. A poco andar no pudo menos que desdecirse y en privado reconoce el error, pero da la sensación de que no se da cuenta a cabalidad del desatino cometido y de sus alcances.
Claro, el gesto no fue sutil ni fino. Pocas cosas en la derecha lo son en estos días. Con la delicadeza del que toca piano con guantes de boxeo, De la Maza da cuenta de un par de aspectos decisivos que quedan al descubierto: que no se dispone de un diagnóstico interno común en la derecha que permita actuar como conjunto en un sentido o en otro; y que la falta de resolución de la evidente crisis opositora está haciendo que todos pierdan la calma, la compostura y la disciplina.
El alcalde de Las Condes está convencido de que lo único que ha hecho es decir cosas obvias. En parte tiene razón (la tendría por completo, si dejamos de lado la preservación del más mínimo decoro).
En cualquier caso, De la Maza no es el problema. Es el síntoma más evidente de un problema de fondo.
Porque es completamente cierto que el tener dos candidatos convierte en nulas las posibilidades electorales de la derecha. De allí a deducir que, entonces hay que dedicarse a promover ideas y esperar otra oportunidad, hay un paso. Y, por supuesto, De la Maza dio éste y otros más.
Lo significativo no es el diagnóstico, sino sus obvias consecuencias.
En efecto, lo que se deduce del escenario son tres cosas: primero, que se estima que si hoy se está mal, mañana se estará peor; segundo, que proyectadas las tendencias, Lavín puede llegar rezagado tras Piñera; y, tercero, que “alguien” tiene que bajarse pidiendo compensaciones, y ese “alguien” no es Piñera.
¿Yo me bajo o tú te bajas?
De la Maza está tratando de dirimir disputas internas, mediante la presión pública que genera su “confesión”. ¿Por qué? Porque siente que están empantanados y que no se está en el camino correcto.
En otros lugares, con cultura de coalición, este tipo de comportamiento aparece como completamente suicida.
En la Concertación, se preferiría mil veces equivocarse todos juntos que tener razón “por pedacitos”. Nadie es lo suficientemente arrogante y vanidoso como para sacrificar al resto con el fin de demostrar lo acertado que se puede ser al analizar un escenario.
Pero la derecha no sabe nada de esto. Cuando los dirigentes y los amigos se van de lengua, es porque nadie controla, todo está permitido y no hay horizonte claro. La situación llega a ser intolerable.
Por lo mismo, la derecha está obligada a negociar para salir de su actual estado de confusión. Como hemos visto, no es fácil porque hay más de una UDI y más de un RN.
El temor a la desintegración se hace tan patente que de puro confundidos pueden llegar a la cordura. Hay una cierta constatación de que un mal acuerdo está siendo preferible a un conflicto que dirima por sometimiento.
Como nadie está con los nervios demasiado templados, ahora asistiremos a las conversaciones reservadas con más trascendidos de los que se tenga noticia. Su centro estará en lograr una plantilla parlamentaria de mutua conveniencia.
La situación de la derecha ha llegado a ser preocupante. Lo que tenía de sólido parece licuarse ante nuestros ojos. Una cosa es no competir bien y otra bien distinta es no sostenerse bien.
Esperamos que la oposición reaccione. La democracia requiere de actores políticos de envergadura. Tal como está, la derecha ni pesa ni contrapesa. Por lo mismo, está en deuda con el país e incluso con su pasado reciente.
1 Comments:
Estimado Victor,
muy buenos tus articulos, me extraña que ningún camarada interactue en tu blog, puede ser que es una novedad esto del blog y todavía no lo conocen.
Yo tengo tabién un blog pero es de otro tema Accidentología Vial
http//accidentologíachile.blogspot.com/
todavía no me manejo mucho con blogger,
Felicitaciones por tu blog.
saludos,
Paulo Lucchini
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