viernes, abril 27, 2007

La opción de centroizquierda

La opción de centroizquierda

Declararse defensor del Gobierno y atacar a sus principales figuras no es algo compatible. No hay derrotas de ministros, hay derrotas de Gobierno. La gestión es evaluada como un todo. Los ciudadanos no sacan cuentas parciales.

Víctor Maldonado



Definirse como la mejor opción

ESTAMOS ENTRANDO EN un período de competencia estrecha y difícil. En esta nueva etapa, la Concertación puede mantenerse como el conglomerado mayoritario. Para lograrlo, sus integrantes tienen que estar convencidos de representar la mejor opción política disponible. A su vez, para que eso suceda, es necesario cumplir una serie de condiciones que están al alcance de la mano.

De partida, la centroizquierda tiene que serlo y parecerlo. Debe ocupar todo el espacio del cambio progresista con estabilidad, sin dar lugar a confusiones. En otras palabras, tiene que mantener todas sus banderas. Asegurado esto, puede intentar entonces añadir otros elementos que habitualmente se asocian a sus adversarios. Ambas cosas -mantener una cierta identidad y sostener una actitud políticamente proactiva- son indispensables para conservar el liderazgo.

Y, a decir verdad, en las últimas semanas, el Gobierno y la Concertación no están haciendo tan bien sus tareas como para esperar sacarse buena nota. Es posible mejorar, y mucho.

Probablemente se puedan identificar algunos errores que tienen que enfrentarse. Entre ellos se pueden mencionar: cierto sobreanálisis masoquista sobre la profundidad de la crisis, el cultivo del protagonismo de los díscolos, un desperdicio de las ventajas y fortalezas propias, y hasta una búsqueda de acuerdos más concentrado en el apoyo externo que en cuidar el más cercano.

Ninguna de las deficiencias mencionadas -y de otras en las cuales puede pensarse- son insubsanables. Es cierto que la Presidenta Bachelet mantiene una enérgica defensa de posiciones, pero se está requiriendo de una pronta y sostenida reacción colectiva.

La centroizquierda, como opción política, necesita del trabajo de equipo, no sólo de buenos jugadores individuales.

El deprimido como figura emblemática

En la Concertación, algunos dirigentes se están especializando en presagiar el fin del predominio oficialista al finalizar el período. Emplear este procedimiento una que otra vez puede ser una útil advertencia. Pero más allá empieza a ser molesto. Es como adoptar el alma de un comentarista deportivo: tal vez sabe mucho, pero es claro que no se está dedicando a jugar el partido. Lo acertado de los análisis importa mucho menos que el compromiso de quien habla. Lo que cada cual tiene que decir no es qué tan mal pueden ir las cosas si cometemos errores, sino por cuáles propósitos y lealtades se está jugando el que habla.

Así como el deprimido está pasando a ser figura emblemática, el incontinente verbal compite por el primer lugar.

Toda crítica, por fuerte que sea, puede absorberse si se usan los canales internos para expresarla. En la misma medida en que se emplean los medios de comunicación y esto se combina con el ataque a personas, únicamente se consigue sumar un segundo problema al que se tenía. No hay centroizquierda exitosa si lo que se cultiva es de preferencia los desacuerdos, con el olvido del programa común.

También hay que aprender a ser más flexible. Desde el Gobierno se debe estar dispuesto a persuadir, como también a ser perseguido, sobre todo en el diálogo con los aliados en el Congreso y los partidos. Los caminos de una sola vía (sólo en beneficio propio) al final no resultan transitables.

Declararse defensor del Gobierno y atacar a sus principales figuras no es algo compatible. No hay derrotas de ministros, hay derrotas de Gobierno. La gestión es evaluada como un todo. Los ciudadanos no sacan cuentas parciales. Se impone una conducta solidaria, sea por gusto o por necesidad.

En la coalición de Gobierno se suele sobrevalorar el papel que pueden jugar las puras ideas en el cambio de escenarios. Es como si se esperara la aparición de unas novedades tan alucinantes que, ante su presencia, se despejara el horizonte de nubarrones y llegara la claridad. Pero no es aquí donde encontramos el problema central. Hay que atender a los hechos. La derecha no está envalentonada porque esté haciendo alardes de creatividad e ideas. De hecho, no ha presentado ninguna.

A la derecha no le han faltado recursos, equipos, planteamientos interesantes ni la posibilidad de comunicarlos. Lo que le ha fallado es capacidad de mostrarse con disciplina, coherencia en la acción y unidad de mando. La centroizquierda no puede mantenerse al frente del país abandonando sus virtudes y copiando los vicios del adversario.

El problema de la Concertación no estriba en lo que se está pensando en su interior, sino en lo que está haciendo y lo que está dejando de hacer. No es un problema de cabeza, sino de comportamiento.

Para ser mayoría hay que optar por representarla

Lo que ha cambiado es que la derecha política acaba de notificar que, en el orden de prioridades, el primer lugar lo tiene fortalecer su opción presidencial y que tras ella se puede ordenar. La búsqueda de la mejor opción antes que las coincidencias ideológicas, ésa es la consigna.

El dato fundamental, el hecho nuevo, no es que la derecha haya alterado su alianza básica con el gran empresariado. Puede presentar lo acontecido como una demora momentánea. Puede minimizar los costos de su decisión y, por lo demás, a sus socios no les queda más que aceptar sus explicaciones. Por esta vez.

Moraleja obvia. Para la derecha política es inaceptable renunciar a la representación mayoritaria, quedando atrasada en la representación de los grandes intereses. Puede que se trate sólo de una imagen, pero también se trata, nada menos, que de una imagen. Si esta percepción pública es inaceptable para la derecha, lo es todavía menos para la Concertación. De allí la importancia de los próximos pasos que se den desde el oficialismo.

El mensaje a la Concertación no admite dos interpretaciones: la derecha no va a jugar a los acuerdos, no tenderá la mano ante las dificultades. El Gobierno está librado a su capacidad de gestión. Es más, tras el fuertísimo impacto del Transantiago, la derecha apuesta a que la evaluación de la labor de Gobierno no será buena y eso le abrirá el camino a La Moneda.

El conglomerado gobernante tendrá que decidir si continuará su incipiente recuperación intentando el disciplinamiento de todos sus parlamentarios o tomará la iniciativa en áreas de fuerte impacto social, luego de lo cual puede seguir con el disciplinamiento al advertir el nuevo impulso.

No me cabe duda de que este último es el camino indicado. Cada vez habrá más motivos para el trabajo conjunto.

La razón es sencilla: en Chile las campañas políticas han empezado. ¿Cuáles? Todas: las municipales, las parlamentarias y las presidenciales. Para ordenarse en el nuevo escenario, hay que ordenarse en y para la campaña. Toda persona que va a la reelección es alguien abierto a escuchar razones y pedir apoyos.

Si se vislumbran derrotas, lo que se incentiva es la dispersión. Si se recupera la capacidad de ganar, el aglutinamiento será la tendencia obvia a seguir en la Concertación.

No sirve de nada ser una mayoría en el papel y algo menos que la mayoría en las votaciones. Establecido el nuevo alineamiento, cada cual decide dónde quiere estar: si dentro o fuera. Luego, se opera en política sobre la base de cuántos somos en realidad.

La centroizquierda requiere entrar a competir, salir de los territorios seguros y aceptar los riesgos de ganar y perder. La Concertación se comporta mucho mejor sintiéndose acosada y urgida que desde una mayoría cómoda y remolona. Pues bien, más le vale que se empiece a sentir acicateada.

1 Comments:

At 10:49 a. m., Blogger María Teresa said...

Estimado Víctor:
Agradezco tu correspondencia permanente, nos hace reflexionar a menudo, leyendo tus comentarios.
Todo lo expresado en tu ártículo, es cierto. Estamos entrando (o quizás inmersos) a una etapa muy difícil en términos de las relaciones partidarias en la colación. Por la prensa, muchos dirigentes de base, nos enteramos de los esfuerzos permanentes que hacen nuestros máximos dirigentes para llegar a puntos de acuerdo (cenas, seminarios, encuentros, etc.), el tema es que sólo son eso: reuniones de alta dirigencia, talvez llenas de buenas intenciones y compromisos (los que, incluso, muchas veces no se cumplen).
Las bases partidarias están inquietas....piensan quizás que el Congreso Ideológico sea el espacio que les permita desahogarse plenamente y, si ello sucede, podemos visualizar sus resultados...Esta señal, la deben asumir los camaradas que tienen la posibilidad de guiar los destinos de nuestro gobierno, los camaradas que pueden hacer "algo" por ello y, sobretodo, los que hoy tienen capacidad de comunicación.
Creo que necesitamos urgente un estado "general de reflexión política actual", sobre lo temas cotidianos y de esa forma poder influir en la consciencia ciudadana. Es un trabajo lento y permanente, al cual no podemos restarnos.
La terea entonces, es generar las condiciones que permitan el desahogodo de la rabia ciudadana, antes que las próximas elecciones nos demuestren que esa molestia no fué escuchada en "su debida oportunidad"
¿Cómo hacerlo? Provocando reflexiones masivas y utilizando a los dirigentes de base, quienes son los verdaderos interlocutores y los que reciben cada día esas quejas tan domésticcas, pero que al fin y al cabo, son el germen del descontento ciudadano.

 

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