jueves, abril 26, 2007

Para entender a Chile

Para entender a Chile

Entre gestos y palabras

Puede que muy pronto se olvide que lo que aprobó el senado chileno, que terminó provocando una reacción descalificadora de Hugo Chávez. Casi nadie recordará que lo que acordó, por mayoría, fue pedir la protesta de Chile ante la OEA por el término de la concesión al canal Radio Caracas Televisión. En cambio, lo que ha quedado en retina de muchos fue el frío comportamiento de la presidenta Bachelet en su visita oficial a Venezuela.

Lo que había pasado le permitió a los chilenos toman renovada conciencia de lo más característico de su desarrollo político desde que recuperar la democracia.

El efecto lo consiguió el propio Chávez al aplicar un ámbito de circulación local a un país donde se aplican otros códigos.

En efecto, el presidente venezolano dijo que el senado chileno estaba dominado por una mayoría fascista, la misma que había derrocado a Allende. Con esto sabía que ponía en dificultades a Bachelet a las puertas mismas de su visita oficial a su país. Es muy probablemente que su intención básica haya sido dirigir su ataque a la oposición chilena y a la parte de los senadores de la Concertación que habían votado, protestando contra lo que se calificaba como una falta a la libertad de prensa en Venezuela.

Lo cierto es que aquí esta todo dicho. Chávez estaba haciendo una declaración de política contingente, que provocará entusiasmo seguro en su galería más afín. Pero lo que provocó en Chile y que representó Bachelet con sus gestos y palabras fue mas allá de eso. Lo que activo fue la defensa colectiva de la institucionalidad democrática, tal como la entendemos en este rincón de América Latina.

Se trata de algo típicamente chileno, y que no tiene que ver con las diferencias de izquierda; centro y derecha; de oposición y gobierno; de progresismo más o conservadurismo menos. Todas esas diferencias existen y muchas que se nos pudiera ocurrir. Pero también es una realidad tangible de que los chilenos estiman que aquello que comparten entre sí es más que aquello que los divide.

Hace poco, la presidenta Bachelet publicó una extensa reflexión, en un matutino, que nos sirven para ilustrar lo que decimos.

Precisamente, refiriéndose a nuestro país, señala que “somos producto de una historia de dolor y reencuentro”. Y esto es así porque al concluir la dictadura de Pinochet, “todos los sectores políticos y sociales asumimos un rumbo histórico. Apostamos a vivir en democracia y a construir un modelo económico y social que busca combinar crecimiento, equidad y apertura internacional”.

El Chile republicano

De modo que aquí encontramos lo propio de Chile: aquí el más intenso debate político parte de la aceptación de consensos fundamentales. Lo que se ha querido construir, con imperfecciones y defectos, fue lo que Jaime Castillo llamó un día “una patria para todos”.

Por lo mismo, una mayoría política entre nosotros cuenta con la legitimidad reconocida para ejercer el poder, pero no puede soñar ni se le ocurriría pretender limitar el espacio de la oposición. Por su parte, los opositores pueden llegar a ser altamente críticos y hasta interesadamente parciales, pero lo que les interesa es llegar al gobierno no cuestionar las instituciones fundamentales.

Por eso, cuando Chávez las emprende contra el senado chileno, no está afectando en exclusiva a un grupo que le resulta particularmente odioso. Está logrando que reaccionen todos aquellos que han luchado por años para que las más diversas opiniones políticas se puedan expresar en la más plena libertad.

Lo importante no es lo que se opina, sino que se pueda opinar.

Tenemos un acuerdo para discutir sobre lo que se nos ocurra, pero no a costa de dejar de sostener la democracia como sistema de convivencia.

Por eso es que aparecieron defendiendo al Senado, en cuanto institución de la República, gente a la que no le agradaba el contenido del acuerdo en relación al gobierno venezolano y, muchos otros, a los que les parecía que la oportunidad en la que se aprobó dicho acuerdo era la menos atinada en la que se pudiera pensar.

El caso es que el Senado tenía derecho y atribuciones para proceder como lo hizo y eso resulta decisivo para cualquiera de nosotros. Así nos comportaríamos en muchos otros casos y episodios.

Para ser completamente sincero, hay ocasiones en que uno llega a la conclusión de que el respeto ciudadano por las instituciones representativas de la democracia no siempre consigue un correlato equivalente en la calidad del desempeño de esas mismas instituciones. Queremos su perfeccionamiento, pero no menospreciamos lo que tenemos. Pero el caso es que a nosotros nos acomoda el seguir criticándolas y defendiéndolas, al mismo tiempo.

Después de cuanto se ha sufrido, no hay quien quiera reincidir en los errores que nos llevaron a cambiar un orden democrático imperfecto, pero con respeto a las personas, por la imposición de la de la fuerza y el uso arbitrario de la violencia contra las personas.

La libertad a todo evento

No escogimos la libertad porque fuera lo más fácil, sino porque era lo más digno. Una populista o u un dictador siempre encontrarán una excusa para acallar las críticas mediante el amedrentamiento, el control desmedido o el uso de la fuerza. No es el caso de nuestros gobernantes.

Hace poco una revista humorística puso en su portada una foto intervenida de Bachelet que correspondía a su retrato oficial. En ella la presidenta aparecía con los emblemas del Transantiago y un cono de los que se usan como señal en la calle puesto a modo de sombrero. Tal como se caricaturizan a los malos alumnos. En el texto que acompañaba a la imagen se la llamaba “burra”.

Lo más probable es que a nadie en el gobierno le haya causado la menor gracia este número de la revista. Pero tampoco se había encontrado a nadie tratando de impedir su publicación o que ésta circulara.

Simplemente es el precio de la libertad. Sabemos que en parte alguna la democracia puede sobrevivir a la genuflexión completa de la prensa al gobernante. En cambio, creemos que mucho se dice de bueno de un presidente cuando parte de los medios de circulación pública o alcance nacional puede criticarlo como le venga en ganas y, cuando eso sucede no se trata más que de un día normal, sin que la vida cotidiana se altere lo más mínimo. Puede que esto ocurra a diario, pero nos costo mucho que así llegara a ser, quizá por eso lo cuidamos tanto.