viernes, febrero 23, 2007

Del “gabinete en las sombras” a las sombras de la derecha

Del “gabinete en las sombras” a las sombras de la derecha

Víctor Maldonado


Todo fue como un sueño

El episodio del ''gabinete en las sombras'', está mostrando a la derecha tal cual es: un conglomerado que se planteó una iniciativa política, la alimentan y generan expectativas, para luego cuestionarla, ponerla en duda y terminar echando pie atrás o implementando un engendro irreconocible.

Todo sucede de modo tal que una acción política es relevada, se discute y se agota al interior de la oposición, sin que llegue a tener efectos prácticos.

Es como si se tuviera la costumbre de pensar en voz alta, dando por hecho algo que aún no se concreta, para luego pasar a otra cosa, sin haber llegado a nada en concreto. Y esta no es la primera vez que le ocurre a la oposición, iniciativa como está se han dado muchas, consiguiendo igual mutis por el foro, sin explicaciones mayores.

¿Por qué les sucede todo esto?

Porque establecer un gabinete es más importante que el hecho que esté funcionando a sol o a sombra. El nombramiento implica una distribución de poder que privilegia, por sobre muchos otros, a algunas personas. Concretar algo así, requiere del ejercicio de un liderazgo fuerte, respetado y aglutinador, que permite tomar iniciativas que corresponden a un conglomerado con existencia real.

Pero, ¿quién puede imponer en la derecha una decisión como esa? Porque una propuesta de esta naturaleza es mucho más fácil de pensar que de implementar.

En política las decisiones siempre dejan ganadores y perdedores. Premiar a alguien con una nominación honrosa (por artificial que sea), no cuesta nada. Pero que los que quedan sin premio lo acepten sin chistar, no es algo fácil de conseguir.

El “gabinete en las sombras” es una de esas iniciativas que fortalecen a las directivas de los partidos.

En efecto, si los líderes de esas organizaciones pueden mostrar ante la opinión pública una contraparte que conteste a cada uno de los ministros de gobierno, sin duda lo pueden exhibir como un logro.

En particular esto ocurre si ello ha sido precedido de un acuerdo político con otra directiva y si pone a su disposición a los equipos técnicos de respaldo que, de otro modo, pueden funcionar con mucho más autonomía.

Por eso el tema del gabinete es una especie de truco. Es sacar las castañas con la mano del gato. Pone el acento en el grupo de personas nominadas, más que en aquellos que los nominan, cuando lo que importa en política es precisamente esto último.

La piedra de tope

Pero el liderazgo efectivo no se consigue así, no nace de una movida de cuyos efectos no se da cuenta nadie hasta después que se produzcan los efectos que se esperan. La torpeza no está tan extendida por el mundo como para que un entramado tan obvio pase desapercibido para tanta gente implicada.

Si se necesitan subterfugios para dirigir a la derecha, ¿dónde se encuentran aquellos que dificultan la gobernabilidad en la oposición?

La respuesta es tan sencilla como reveladora: son los parlamentarios los que se han opuesto siempre a cualquier intento de enviarlos a la trastienda, desde el protagonismo que naturalmente tienen en la distribución actual de roles.

Por eso no podrá extrañar a nadie que las primeras voces en salir al paso de la posibilidad de implementar un gabinete virtual, provenga casi por completo de las bancadas parlamentarias. No es para menos, para la mayor parte de ellos poner en práctica esta iniciativa sólo puede significar limitaciones y cortapisas.

Hoy, los parlamentarios de la UDI y de RN pueden hablar de lo que deseen, con solo ponerse minimamente de acuerdo entre ellos. Con la formalización de un equipo equivalente al de los ministros, puede verse cuestionado en su opinión si un supuesto “ministro” ha opinado antes de una forma no coincidente con la propia.

Para actual en la forma “correcta” un diputado o senador de oposición tendría que chequear con anterioridad e, incluso, ver intervenida una discusión interna en curso por las opiniones emitidas por alguien que, además, no ha sido electo por nadie ni es una autoridad oficial reconocida por organización alguna. ¡Y después se espera que apoyen sin chistar tamaño tapaboca!

Lo que le falta a la derecha son líderes, no figuras que hablen correctamente en cada tema. Lo segundo lo han tenido siempre, lo primero lo tienen solo por excepción. Los parlamentarios cubren la necesidad de dirigencia intermedia y aún de vocería nacional (en algunos casos), pero no soluciona el problema de la conducción unitaria. Este es su talón de Aquiles de la oposición y corresponde a una debilidad política de la que no puede culpar a terceros. En este sector saben que el tema del liderazgo nunca ha estado zanjado y sigue en disputa. En particular en el caso de la UDI es donde las tensiones son más palpables y visibles.

Por eso, lo que empezó como un asunto referido a un gabinete ficticio está llevando al debate sobre la forma como se define la candidatura presidencial. Y hay que agregar a que todo presiona para que la definición sobre el abanderado se esté adelantando por necesidad.
Ahora la derecha se está adentrando en una disputa por el liderazgo real, no por artificios de dudosa efectividad que intentan suplir la ausencia de capacidad de llegar a acuerdos.

A la espera del personaje providencial

Hasta hoy, la oposición ha llegado a las competencias electorales tarde, mal y únicamente unida por intereses. Lo que hace que pierda no son las malas artes de sus adversarios, por mucho que le guste presentar las cosas de esta cómoda manera. Es, antes que nada, por la menor calidad de la política cotidiana que practica.

Estamos ante un actor político que no ha tenido ni tiene un comportamiento de equipo. No ha desarrollado la costumbre de la cooperación, más allá de acuerdos pragmáticos. No dispone de proyectos aglutinantes. Se une en el ataque, pero no en la construcción de una alternativa.

Es un problema de densidad y de envergadura política. Le falta ese grado de consistencia que permite enfrentar la adversidad y las dificultades importantes.

Así son las cosas. La derecha está capacitada para criticar el Transantiago, pero no está en condiciones de intentar ninguna empresa de tan extraordinaria dimensión.

La derecha se desalienta rápido, se entusiasma en tiempo record, pero no conoce el hábito del trabajo constante y persistente.

Lo espera todo de que aparezcan figuras providenciales que hagan olvidar sus carencias permanentes. De allí la búsqueda incesante de un liderazgo principal. Algo que, por lo demás, tampoco hay muchos dispuestos a reconocer.

Alguno puede considerar que se exagera con estas afirmaciones. Pero esto ocurre, sobre todo, porque ya nos hemos acostumbrados a esperar de la derecha los más violentos cambios en su bioritmo. A la Concertación no se le aceptaría ni el diez por ciento de las inconsistencias que son una especia de tics entre sus adversarios.

Si se tienen dudas, se puede pensar en un dato: ¿alguien se acuerda del último acto de generosidad al interior de la oposición?, ¿le resulta difícil de recordar? Es comprensible porque estos actos son escasos. Quizá si el más reciente fue el comportamiento de Lavín al resultar derrotado en primera vuelta. Y ya sabemos que no ha tenido imitadores.

Las astucias y las tácticas no pueden reemplazar el trabajo paciente y esforzado. Hay quienes se niegan a aprender la lección. Por eso, lo que importa en la oposición no es el gabinete en las sombras, sino las sombras de la derecha.

Puede que, al final, se logre establecer un “gabinete en las sombras”, pero eso no tendrá ninguna importancia. Los parlamentarios primero, y los mismos líderes partidarios después, no se subordinarán a lo que digan. No le pondrán piso y pedestal. Será como todo en este sector: se quedará en algún punto entre lo que pudo ser y lo que nunca se hizo.