viernes, enero 26, 2007

El ajuste es el camino

El ajuste es el camino


El deporte de la temporada parece ser el abrir el apetito de muchos al insinuar, como lo ha hecho el presidente de la UDI, Hernán Larraín, que la derecha está dispuesta a nombrar a un candidato presidencial “con pasado concertacionista”.

Víctor Maldonado


Cada cual ha escogido su propia vara

Los dos conglomerados políticos más importantes han definido su estrategia de aquí a las elecciones municipales. Corren por carriles separados. Cada cual ha fijado sus metas, sus objetivos y sus procedimientos casi con independencia de lo que el otro haga. Pero ambas tienen una envergadura completamente diferente.

Lo que veremos desarrollarse en los próximos meses, es algo que se ha terminado de conformar en estos días por el lado del oficialismo, y que no espera verse modificada mayormente por el camino. Con tanto tiempo de anticipación, la suerte está echada, y sólo al final del camino se sabrá quién logró la mayor cuota de acierto.

La oposición no ha hecho ningún misterio de su forma de proceder: en la práctica su estrategia consiste en el desgaste del Gobierno y de su coalición. Aprovechar errores, amplificar problemas, generar la sensación de ciclo terminado, y, en fin, convencer de que es dañino para el país la sola idea que la Concertación continúe en el poder.

De este modo, la derecha quiere competir con la Concertación para ganar la próxima elección presidencial confiando en que su rival se irá debilitando. Ahora mismo, el deporte de la temporada parece ser el abrir el apetito de muchos al insinuar, como lo ha hecho el presidente de la UDI, Hernán Larraín, que la derecha está dispuesta a nombrar a un candidato presidencial “con pasado concertacionista”.

El punto débil de esto es que una política de erosión sistemática requiere de un candidato propio aceptado por todos. Y eso aún no ocurre. Piñera es el único que se sostiene en las encuestas, pero definitivamente no es del gusto de todos. Incluso, el presidente de RN, Carlos Larraín, ha dicho que su sector debe potenciar diversos liderazgos para aplacar las críticas oficialistas. Esta débil explicación no justifica un movimiento tan generalizado que, obviamente, alcanzará una dinámica muy potente en la UDI. En el fondo de trata de abrir el abanico, por que aun es tiempo y porque nada se pierde con proyectar diversas figuras.

El problema de las bombas racimo

Aun cuando hoy no sabemos cuan efectiva puede llegar a ser, esta estrategia no es de alto vuelo y puede llegar a tener efectos indeseados. La actividad política no debe ser entendida como un enfrentamiento entre dos rivales que no se dan cuartel. Este es el principal defecto en la actitud asumida por la derecha.

La actividad política es un asunto de muchos. Y es la opinión pública la que juzga al final.

El problema de los que se dedican a la política no es algo que opine un sector político respecto de los otros, sino lo que piensan los ciudadanos respecto del conjunto de los que se decidan a la actividad pública. En una reciente encuesta de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano se encontró que 79% de los consultados opinó que a los políticos no les importa mucho lo que piensan las personas. Es una opinión bastante generalizada, que ha ganado en extensión en el último tiempo.

La oposición tiene que ejercer la crítica respecto de lo que hace el Gobierno. Pero no tiene la última palabra. De momento, ha tomado tan pocas precauciones que está siendo dañada por su propia acción de amplio desgaste. Es el problema con las bombas racimo.

Hace ya bastante tiempo que se tiene la comprobación que el modo cómo se está ejerciendo la crítica política es altamente penalizada.

Lo propio de un actor político en plena posesión de sus capacidades, es que reacciona ante las conductas y las opiniones del electorado. Puede decidir mantener una posición impopular en alguna materia, pero a sabiendas de los riesgos que asume. Nunca por incapacidad de variar una conducta monotemática.

La oposición, sin embargo, carece de un liderazgo reconocido que le permita mantener la iniciativa en todas las circunstancias.

Hijos de sus obras

Por su parte, el Gobierno se concentra en la realización de su agenda programática. Está probado que esta agenda enlaza perfectamente con muchas de las demandas ciudadanas más sentidas, y lo que ocurra con ella es resorte completo del Ejecutivo.

En otras palabras, lo que suceda con las tareas del Ejecutivo solo de él depende y es a él a quien se le darán las felicitaciones si cumple o le llegarán las críticas si encuentra tropiezos por el camino.
Tanta conciencia hay al respecto, que los nuevos intendentes han asumido declarando de inmediato su involucramiento con las tareas más exigentes en carpeta. Este es el caso de Adriana Delpiano con la implementación del Transantiago.

Las nominaciones son parte de un proceso de ajuste que, a partir de ahora, no tiene por qué ser masivo y de alta visibilidad pública. Las tareas hay que cumplirlas eficientemente. En el caso que se detecten retrasos atribuibles a la conducción de las tareas, se pueden ir produciendo ajustes constantes que le entreguen al gobierno la capacidad de respuesta rápida y eficiente que requiere, y de la que depende su evaluación.

Los nombramientos de intendentes han producido todo tipo de reacciones. Pero tal vez lo más importante es que ha conseguido la adhesión irrestricta de las directivas de los partidos de la Concertación. Por supuesto que, al mismo tiempo, ha causado la disidencia furibunda de los sectores que se sienten perjudicados. Esto es inevitable si se piensa en las tensiones internas que todo partido tiene, y que, en este último período, se han agravado.

Para un Gobierno lo importante es mantener su base de apoyo para el cumplimiento de sus promesas básicas. En este predicamento, nada mejor que realizar una alianza fuerte con las direcciones oficiales de los partidos que lo respaldan. Ir contra la institucionalidad o tratar de dejar a todos contentos son caminos seguros al inmovilismo. Y lo que se requiere es apurar el tranco de manera responsable.

Precisamente las críticas más destempladas harán confirmar al Ejecutivo en lo acertado de su decisión original, si es que tal cosa fuera necesaria. Las decisiones en específico son siempre materia de múltiples opiniones, pero el criterio empleado no parece estar en discusión. Simplemente no es cierto que el Gobierno haya aceptado presiones para realizar los cambios tal como lo ha hecho. No necesita de ninguna otra presión que la interna para cumplir con lo prometido y con aquello por lo que será juzgado.

Los cambios se hacen para facilitar el cumplimiento de la estrategia del Gobierno. Pero, en esta oportunidad, la importancia de las nominaciones es algo mayor de lo habitual, porque el conglomerado oficialista ha apostado a la realización de sus promesas como test de validación política.

Entre las ventajas está que se tiene el control sobre el cumplimiento de una meta ambiciosa pero, por lo demás, ineludible. Tiene la desventaja que se concentra en lo establecido y lo fijado con anterioridad. Si el diálogo político entre los conglomerados fuera fluido, el país encontraría varias otras materias en las cuales establecer consensos.

Nunca debiera renunciarse a que retomar una línea de acuerdos extensos, desde el momento que se iniciara un cambio de actitud opositora. En todo caso, el tiempo no es algo a desperdiciar en un Gobierno de cuatro años. Son las oportunidades prácticas de avanzar las que se están estrechando a medida que los cursos de acción adquieren un creciente impulso.

Cada cual ha fijado su rumbo y ha desplegado las velas… Ya se verá quién llega primero a puerto.