viernes, diciembre 08, 2006

En busca del tiempo perdido

En busca del tiempo perdido


Se requiere un violento y rápido despertar de la modorra para anticiparse a apuestas alternativas que ya parecen estar en curso.

Víctor Maldonado


El apoyo en la adversidad

ESTE ES UN buen momento para que la Concertación reaccione y pase a la ofensiva. Las malas noticias ya están o se han asimilado. Los problemas se pueden detallar, pero sin sorprender.

Por otra parte, la última encuesta ha dejado más que claro que la ciudadanía se ha forjado un juicio más matizado que el ofrecido por los “formadores de opinión”.

El apoyo a Michelle Bachelet ha subido de forma considerable en medio de los problemas. Esto no puede deberse a que a la gente le encante que existan problemas, sino a que está evaluando el modo más o menos correcto como se está actuando ante situaciones graves.

Tampoco es que no se hayan cometido errores. En muchos episodios se han podido observar imprecisiones, caídas, desaciertos. Pero la línea de conducta que se ha asumido ha sido exitosa.

¿En qué consiste? En buscar como aliada a la opinión pública en todas las decisiones importantes, en no dejar que los problemas se acumulen, en no desgastarse en busca de explicaciones ingeniosas a situaciones inexplicables, en concentrarse en soluciones de fondo y en su lenta pero sistemática aplicación.

Los que no entienden por qué Bachelet sube en las encuestas debieran reconocer tres cosas. Primero, que todo este tiempo han estado esperando la ratificación de una sentencia que habían pronosticado mucho antes que pasara algo. Segundo, que no se han dado el trabajo de analizar las soluciones ofrecidas porque, simplemente, las han homologado a lo que se había hecho antes y han estado más preocupados de las comparaciones que de cualquier otra cosa. Tercero, no se han planteado nunca que, con todo -incluyendo las caídas de principiantes y una tendencia al autogol- esta administración podía estar innovando en una relación más cercana y cálida con la ciudadanía y que ésta fuera sensible a tal intención.

Al Gobierno le está yendo bien porque dispone de un liderazgo que se está ejerciendo y una coordinación básica que está en operaciones.

Quedarse esperando es mala señal

¿Significa que todo está bien en el Gobierno? No, en absoluto. Hay deficiencias que debieran subsanarse a la brevedad para que un buen momento pase a ser una tendencia.

La actuación del Gobierno es disímil según áreas y tareas, por lo que un mayor equilibrio en la capacidad de gestión se hace notorio.

Se está haciendo imprescindible un creciente grado de atributos técnicos. Pero con una autoridad de Gobierno carente de capacidad política para establecer lazos adecuados con los actores clave, difícilmente se logran resultados.

A medida que se trabaja en más agendas específicas, es indispensable explicar bien y a distintos públicos los propósitos generales del Ejecutivo. No sólo hay que ser bien evaluado, también es imprescindible ser bien comprendido.

Así que es posible decir que el Gobierno puede llegar a constituirse para la Concertación en fuente de seguridades y punto de apoyo. El tema de las irregularidades detectadas seguirá en la cartelera, pero su tratamiento va en curso de normalización.

Al mismo tiempo, los partidos deben recuperarse de un embate feroz. Hay quienes han jugado a desprestigiar al adversario sólo para generar un rechazo generalizado que ha terminado por incluirlos.

De modo que es comprensible un estado de ánimo depresivo. Los partidos cuentan con muchas menos facilidades y soportes para recuperarse con facilidad. Pero es imprescindible iniciar una reacción profunda. Esto requiere del ejercicio efectivo del liderazgo, donde sea que éste se encuentre.

De momento, en parte significativa de la dirigencia concertacionista se han antepuesto los lamentos a las decisiones. Abundan los juicios más que las tomas de posición que impliquen compromisos.

Los hay quienes están pidiendo el relevo, porque asumen el papel de comentaristas en vez de conductores. Pero si están esperando que las incertidumbres se despejen para actuar, ¿a quién le están sirviendo de guía? Con las notables excepciones de costumbre, se ve mucho cálculo, pero poca capacidad de tomar riesgo. En ese predicamento, lo que se está abriendo es el reemplazo colectivo de los partidos tal cual los conocemos.

Buscando la ruptura de fronteras

Es un error profundo actuar ante los electores como si se les tuviera secuestrados de por vida, como si se pensara “hay dos grandes alianzas y, pese a quien le pese y pase lo que pase, hay que optar entre ellas”.

Es bien insensato creer que los partidos se pueden debilitar y desprestigiar indefinidamente.

El error básico de los que así piensan es haberse convencido de que el binominal, al favorecer a los dos primeras mayorías, equivale a la sanción divina de que las alianzas existentes serán, ahora y siempre, las mismas que conocemos.

Se requiere un violento y rápido despertar de la modorra para anticiparse a apuestas alternativas que ya parecen estar en curso.

Porque hay que ser ciego para no advertir que existe espacio suficiente para que emerjan interesados en superar la cartilla política chilena.

Se pueden dedicar sonrisas escépticas e irónicas ante esto, pero no evitará que los intentos deliberados estén en marcha.

Por si fuera necesario decirlo, lo que da viabilidad a los intentos políticos son los ciudadanos, y los gestos displicentes no han detenido nunca un ataque decidido.

Pasamos por un momento en que es posible. Antes lo han intentado Allamand y Lavín y ahora el intento puede venir de la otra vereda. Veamos qué se requeriría para darle viabilidad, porque implica cumplir algunas condiciones. Hay una metodología para romper fronteras.

Primero, hay que crear instancias donde lleguen, se encuentren y debatan representantes de los dos bloques. Nada de eso puede partir oficialmente como iniciativa política. Tendrá todo para serlo, excepto el nombre. Al mismo tiempo, se está dentro y fuera de una disciplina partidaria.

Segundo, se tiene que representar como un intento de aglutinarse en torno a la moralidad pública. En una etapa con barreras ideológicas débiles, es el comportamiento de las personas lo que hace la diferencia.

Tercero, se mostrará como virtud en sí misma el enfrentar a los amigos, precisamente porque lo que se prepara es una ruptura. De hecho, la práctica política se develará a los demás como algo poco sincero, que algunos han tenido la valentía de romper.

Cuarto, el planteamiento de fondo será el conocido de “selección nacional” o “los mejores momentos” de cada cual: liberal en lo económico, búsqueda de la equidad en lo social, modernidad en todos los aspectos.

No supongo intenciones. Tal vez nada de esto esté ocurriendo hoy, pero, por primera vez, hay espacio para que suceda. Lo que digo es que la política, tanto como la naturaleza, teme al vacío. No hay que esperar que las amenazas se materialicen para actuar. De hecho, si se espera a tener encima el peligro, será tarde.

Hay que trabajar desde los partidos con sentido de urgencia. Lo que se ve es desorden, pero lo que hay es una debilitada capacidad de ordenar. Es desde donde hay que partir, porque los partidos se reordenan desde su cabeza. Tal vez empiece a mejorar si los que se lamentan dan un paso hacia atrás, y los que pueden tomar decisiones, den un paso al frente.