viernes, abril 20, 2007

Tiempo de debates

Tiempo de debates

El país necesita saber qué es lo que se juega cuando un proyecto de ley entra en debate. Tal vez sea este punto donde se decide si se gana o se pierde, mucho antes que se llegue a votar.

Víctor Maldonado


Entrar al debate grande

LA HABILIDAD TÁCTICA no es un recurso a menospreciar en política. Más aún, acostumbrarse a menospreciar constituye el paso más seguro que se puede dar hacia la desconexión con la realidad.

Pero lo que puede obtener una buena táctica son ventajas inmediatas respecto de los adversarios. Ni más ni menos. A veces lograr este tipo de cosas es muy necesario, aunque se debe estar claro que con ello no se está consiguiendo algo permanente.

Por eso, cuando lo que hay que validar son las opciones centrales, se debe poner la táctica en su justa dimensión, sin abusar de ella, y abocarse a fortalecer la apuesta política que se representa.

Parece evidente el afirmar que, en este momento, se requiere que la Concertación no sólo se aboque a ganar las discusiones del momento, por mucho que le vaya bien en este campo. En el fondo, lo que debe hacer es elegir los mejores debates a los cuales abocarse, el tipo de perspectiva y tratamiento que potencie su visión estratégica, darles la mayor amplitud posible y ganarlos sin apelaciones.

En esta situación están, por supuesto, el cambio de la Ley General de la Educación, tomada desde el punto de vista de la mejor calidad de la enseñanza sin discriminaciones, y también la modificación del binominal, considerada desde el rechazo a la exclusión parlamentaria de sectores políticos significativos.

Siempre son muchos los temas a disposición susceptibles de debatirse, pero no en todos conviene concentrarse. Mucho menos cuando se es Gobierno. Al contrario, si se está convencido de tener un programa de alto interés nacional que aborda aspectos vitales para el país, se necesita seleccionar las polémicas en las que jugarse por completo y prescindir, en lo posible, de todo lo distractivo.

Se puede comprobar que la Concertación se debilita cada vez que acepta inmiscuirse en un abanico amplio e indiferenciado de polémicas de trinchera. Cuando se dedica al menudeo, el conglomerado se encuentra en peligro, porque el discurso sobre la necesidad de la alternancia se vuelve mucho más creíble.

No hace tanto hubo una época en la que se pensó que la existencia de grandes consensos estaban dejando los auténticos debates fuera de foco. Se había pasado de las interrogantes del “qué hacer” a las precisiones de “cómo se hacen mejor”. Mal que mal, se decía, se trata de implementar un modelo con uno que otro aderezo. Nada para alterarse ni producir pugnas de importancia.

A decir verdad, fueron tiempos aburridos. El bienestar sin cuestionamientos es el escenario típico del hastío, cuando no de la banalidad. Si todo marcha por donde debiera, al final, termina dando lo mismo quien gobierna.

En regreso de los valores y de las prioridades

Sin embargo, el fin de la historia no había llegado. Por cierto, no llegó en nuestro país ni en ningún otro. Nada más faltó que se tuviera un solo camino a disposición. Al final, se ha producido un regreso al debate sobre los valores y las prioridades. No resultó cierto que el desarrollo iba a producir una disminución automática de las diferencias.

No podía ser de otra forma, incluso suponiendo que hayamos vivido una fase extensa de prosperidad. El bienestar logrado no es una fatalidad, sino una conquista. Y hay varios modos de ser un país próspero. Con solidaridad o sin ella. Con más o menos tolerancia. Siendo integrados o segregando unos a otros.

Si la Concertación desea mantener la conducción, debe actuar de un modo inverso al descrito.

Debe buscar los debates de fondo. Pero no cualquier debate sino aquel que involucre e interese a amplios sectores de la población y dirigiéndose a auditorios masivos. Así, por ejemplo, nada impide que lo medular de un tema como el de la calidad de la educación, se exprese de un modo en el que muchos puedan sentirse involucrados y participar.

Tan importante como a quién se le habla, son los aspectos que se relevan y los que se defienden hasta el final. En educación, el tema del lucro es importante y puede tenerse siempre presente. Pero no es la puerta ancha que lleva a la defensa del objetivo de mejorar la calidad de la enseñanza a la que cualquier joven o niño tiene derecho. El proyecto presentado encierra una pluralidad de aspectos que pueden ser profundizados y que merecen cambiar la instrucción que se imparte en Chile. Por lo mismo, se ha de debatir para ganar consensos mayoritarios por sobre resistencias y prejuicios iniciales.

El país necesita saber qué es lo que se juega cuando un proyecto de ley entra en debate. Tal vez sea este punto inicial donde, en mayor medida, se decide si se gana o se pierde, mucho antes de que se vote en el Congreso. Así, por ejemplo, en el caso del cambio del binominal, la derecha ha empezado a asustarse con lo que significa la aprobación.

Los técnicos electorales de la oposición han puesto la voz de alerta respecto de las consecuencias de eliminar las barreras que dejó instaladas.

Pero si de lo que se trata es de superar la discriminación política que pesa sobre importantes sectores de la población, los que están equivocados son los opositores. Por partida doble.

Primero, por debatir un problema de interés general a partir de criterios bastante más estrechos. Segundo, porque dejarían en evidencia que la legislación no favorece la estabilidad del sistema, sino que implica un subsidio que la beneficia, sin necesidad de ganar en las urnas. Puede decidir mantener una estructura que existe, pero no favorece esta actitud la posibilidad de ganar ninguna disputa presidencial.

El país no puede estar dependiendo de las contradicciones internas de la derecha cuando hay que tomar decisiones que profundizan la democracia. Cada vez que se toca este tema los candidatos presidenciales ven ventajas, los partidos peligros y los parlamentarios velan por sus intereses. La suma de esto durante una década y media ha sido cero.

Así que lo que hay que hacer es buscar o asumir los debates de tonelaje y que resulten pertinentes.

El debate es en la plaza pública

Con todo y dificultades, el Gobierno mantiene la iniciativa política y para no perderla ha de estar poniendo siempre los temas y movilizándose en terreno para difundir sus puntos de vista.

Cuando se pagan los costos que conocemos en la implementación del Transantiago, lo que hay que recuperar es la confianza de que se están tomando buenas decisiones y la certeza de que lo que se decide se está implementando con eficiencia.

Todas las luces de alerta se han encendido, para cualquier persona sensata. Una coalición que ha demostrado ser responsable no puede esperar nuevos episodios críticos para privilegiar el actuar unida.

Retrotrayéndose ningún Gobierno gana terreno. Cuando se quiere recuperar espacio, tiene que multiplicar su presencia. Este modo de proceder no conlleva ningún misterio. Y esto es lo que la administración Bachelet (y no sólo la Presidenta) está haciendo.

Ocurre que los ministros son algo más que los encargados de un sector. Son representantes del Gobierno. Como un todo, y es esta doble calidad la que tienen que marcar en sus apariciones públicas. El Ejecutivo tiene que trabajar en equipo para que la Concertación termine haciendo lo mismo y recuperando la disciplina amplia que siempre la ha caracterizado.

En los próximos días veremos quiénes están imponiendo los términos del debate político. Por primera vez en mucho tiempo, la ciudadanía está prestando atención a lo que se dice. No es una oportunidad como para desaprovecharla.

1 Comments:

At 12:05 p. m., Anonymous Anónimo said...

Víctor, no cabe duda que el debate es lo que más se ha empobrecido en los últimos años. No solo por la prensa, sino que también por un mundo político que recién comienza a sentir el peso de la ciudadanía. Pareciera que llegó el momento de "ir al choque" en el debate público.

 

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