viernes, abril 06, 2007

Los pingüinos llegan en otoño

Los pingüinos llegan en otoño

Éste es un país de costumbres y así ocurre todos los años. En esta temporada se movilizan. Siempre es así. Lo que no está decidido si se repiten o se renuevan.

Víctor Maldonado


No cuantos son, sino que pasen de a uno

Los comentarios en la prensa destacan con insistencia que el Gobierno debería enfrentar un gran número de conflictos durante 2007, lo que sumado al efecto del Transantiago formaría un complejo panorama. Como ratificando estas expectativas, hace poco tuvimos las manifestaciones del Día del Joven Combatiente y, ahora, los primeros tumultos secundarios.

Pero, claro, esto en sí mismo no es el verdadero problema al que se enfrenta la administración Bachelet. Dificultades hay siempre. Lo que importa es que los conflictos no avancen siendo coleccionados, sino resueltos o, al menos, tengan tratamiento efectivo. Luego de la hora de la sinceridad, llega la de la eficiencia: en ese punto nos encontramos.

Así que, más que un problema de eventos difíciles, tenemos un asunto de ritmos y de posibles ensambles entre situaciones conflictivas. Decenas de problemas pequeños sin un procesamiento adecuado pueden llegar a ser tan agobiantes como una sola gran dificultad.

Todavía le es posible al Gobierno superar con éxito y sin sufrir un desgaste notorio, si puede contar con un respaldo permanente de su base de apoyo político en todas las materias de importancia central en el programa de Gobierno.

Por lo mismo, y en términos del buen manejo de conflictos, es evidente que el Ejecutivo no puede darse el lujo de tropezar dos veces con la misma piedra. Esto, en particular respecto del mayor movimiento masivo de 2006. Habiendo enfrentado el movimiento secundario más importante en décadas, sería inaceptable no corregir los errores de tratamiento que se extendieron por meses.

Hoy, las circunstancias parecen haberse modificado bastante. Sobre todo en cuanto a la capacidad de tomar la iniciativa y adelantarse a los acontecimientos exhibida por cada cual. Ha variado la capacidad de convocatoria amplia del movimiento.

El año pasado se tenía a un movimiento emplazando a las autoridades a asumir iniciativas importantes en educación. Ahora, el Gobierno ha dado la bienvenida a la llegada de vacaciones de los estudiantes, adelantándose a dar cuenta del estado de avance de los acuerdos ya comprometidos.

Ha sido el Ejecutivo quien ha puesto los temas de la “agenda corta”, los compromisos asumidos en las negociaciones con los estudiantes en 2006 que implican responder a problemas inmediatos ampliamente sensibles.

En el retroceso está el peligro

La Presidenta Bachelet incorporó de manera destacada en su agenda de actividades educacionales en terreno y movilizó al gabinete en igual dirección al celebrar el primer año de su Gobierno. La ministra de Educación se ha adelantado a abrir el diálogo con los estudiantes.

Pero no hay que malinterpretar las cosas. No parece estar en discusión la ocurrencia de nuevas movilizaciones estudiantiles. Éstas se producirán pronto, sí o sí. Es parte de nuestra escenografía.

En cambio, lo que está por definirse es si concitarán igual apoyo, se afirman sobre razones convincentes para los movilizados y si la duración del ciclo será completa. Tengo el convencimiento de que la situación será distinta.

En 2006 el movimiento secundario fue, en muchos aspectos, una novedad. Tuvo la fuerza de un actor que se dio cuenta de su importancia y concitó el apoyo en sus propias familias.

Fueron movilizaciones populares, que tuvieron su momento de gloria cuando se empleó la movilización pacífica, en locales protegidos, con intensa exposición mediática. Nunca fue un movimiento muy coordinado, pero sí muy coincidente en el conjunto de acciones que se acordaban en múltiples centros de decisión autónoma.

Pero no es el caso actual. No partió unido. Las movilizaciones no han esperado la presentación de ideas. De los establecimientos se pasó a la calle acarreando a cuanto encapuchado tenga algo que estropear. Definitivamente es un retroceso.

Segundas partes nunca fueron buenas

Los movimientos sociales no pueden repetirse, por mucho que se haya tenido un éxito resonante en jornadas precedentes.

Da la impresión de que ahora importa más la posibilidad de emular e incluso superar el grado de movilización de 2006. Pero no basta para que una manifestación aparezca como auténtica, renovada y creíble.

Antes, presenciamos el resultado de un conjunto de razones que convencían a sus dirigentes. Esa sinceridad significó a las organizaciones un amplísimo grado de simpatía. Ahora dan la impresión de buscar la protesta por la protesta. Motivos más allá del ámbito propio, como ocurre con el Transantiago, donde se pierden los elementos singulares del movimiento. En medio de las dificultades no hay alguien que simpatice con quien interrumpe el tránsito.

Antes era un movimiento fresco, con líderes que emergían incontaminados. Hoy estamos por presenciar el casi insólito espectáculo de líderes veteranos, que se han profesionalizado en la agitación, que aún usan uniforme, pero que cada vez recuerdan menos a un estudiante y están dejando de pensar y actuar como tales.

Venimos de la aparición de dirigentes que habían logrado argumentar con prestancia ante las cámaras. Frente a esto, contrastaba la falta de originalidad y lo rutinario de las respuestas de las autoridades de turno.

Por allí mismo por donde entran los encapuchados, salen las posibilidades de ganar amplio apoyo. A los estudiantes les ha ido mucho mejor argumentando que apedreando. Cuando los dirigentes ponen el marco para que otros copen las calles, lo que muestran es que no tienen un rumbo propio.

Las movilizaciones de esta semana no han dejado instalada una sola idea. Ni siquiera un eslogan. Sólo las escenas de enfrentamiento. Y cuando eso sucede se ha perdido la iniciativa, por mucho que todos se agiten y consigan un gran número de fotos.

Paradójicamente, con su movimiento de 2006 los pingüinos lograron transformar muchas cosas en el país... excepto a ellos mismos. Sacaron lecciones los padres, los establecimientos escolares, el Gobierno y los medios. Se instalaron temas de envergadura. Pero luego todos han seguido en la ruta abierta para enfrentar los problemas que se habían manifestado.

Ahora cada cual puede mostrar cuánto ha avanzado y qué pasos pretende dar. La famosa LOCE (de la que tanto se habla, pero tan poco se sabe) finalmente va ha ser cambiada. Aspectos como la calidad de la educación, la no discriminación, la equidad en la enseñanza, son temas que preocupan.

Porque se sabe activo en las soluciones, porque está preparado para el diálogo, porque puede enfrentar los conflictos en la calle, el Gobierno no es el mismo del año pasado.

Si el movimiento secundario trata de emular y superar la notoriedad de sus anteriores dirigentes, obtendrá un fracaso que nadie quiere. La orden del día es manifestarse cuando un tema no es suficientemente atendido. Pero cuando eso se consigue, lo importante es participar activamente del diálogo para construir el reemplazo de lo que se criticaba. A partir de ahora los estudiantes pesarán en tanto aporten y esto conlleva mayores exigencias.

Los pingüinos llegan en abril. Este es un país de costumbres y así ocurre todos los años. En esta temporada se movilizan. Siempre es así. Lo que no está decidido si se repiten o se renuevan.