viernes, mayo 21, 2004

Confianza creciente

Confianza creciente


Suele ocurrir que cuando los gobiernos llegan al último tercio de su mandato comienzan una lenta agonía. En algunos casos, ya se pueden dar por bien librados si logran terminar el período para el que resultaron elegidos. Todas las esperanzas al inicio, todas las desilusiones al final. Pues bien, el actual gobierno va ganando adeptos y reconocimiento, en tanto que el Presidente consolida su prestigio.

A este gobierno no le tocó un período fácil de prosperidad. No se benefició de una ola de éxito económico o cosa que se le parezca. Más bien ha ocurrido al revés. Varias de las potenciales crisis que habían quedado sin resolver irrumpieron en este período y temas no resueltos por largo tiempo se manifiestan ahora con fuerza. El gobierno está bien porque logró revertir una tendencia nada tranquilizante.

Como sea, lo cierto es que se ha transitado desde un pesimismo inicial a una confianza creciente y compartida. Por cierto, el paulatino pero sostenido mayor crecimiento económico empieza a hacerse sentir, y eso influye. Pero no lo explica todo, porque una reactivación económica puede coexistir perfectamente con una crisis política.

Si se superaron los momentos difíciles fue también por los méritos que vienen del ámbito político. El gobierno se logró legitimar como actor responsable en las más adversas circunstancias; el Presidente se convirtió en una fuente de certidumbre para muchos en medio de los vendavales; y todos los sectores políticos se abstuvieron de alimentar una espiral desestabilizadora.

Se suele creer que los acontecimientos políticos están determinados solo por lo que realizan los dirigentes públicamente conocidos. En realidad, no es así. No hay gobernabilidad posible sin que los ciudadanos lo permitan.

El gobierno enfrentó una seguidilla de situaciones difíciles y la ciudadanía se dio cuenta de que había quien se hiciera cargo de ellas. El Ejecutivo no se vio superado ni desbordado y encontró soluciones que evitaban las recaídas.

No es que la ocurrencia de hechos preocupantes se haya detenido. Lo que pasa es que la alarma pública no se desata tan rápidamente. Lo primero que se espera es la respuesta gubernamental, en la confianza de que seguirá reaccionando como hasta ahora.

Cuando las fuerzas opositoras preparan una campaña presidencial se esfuerzan por aprovechar el desgaste del gobierno. Pero, como a este gobierno le está ocurriendo todo lo contrario, a la oposición no le queda otra cosa que revisar lo ya planificado. Y le quedan dos opciones: o intenta superar al gobierno “por arriba” o busca desgastarlo “con ayuda”.

En otras palabras, y dependiendo de la confianza que tengan en su candidato, lo que la oposición tiene que definir es si tiene la posibilidad de rebasar en positivo a la actual administración, o, si ello no es posible, aumentar el número de dificultades con las que el gobierno tiene que lidiar a fin de que se produzca el anhelado desgaste gubernamental.

La primera alternativa requiere contar con alguien que le “haga el peso” al actual mandatario. Si cada vez que el gobierno actúa, hay alguien al frente que señala cómo se pudo hacer mejor, que mira más lejos y señala mejores caminos, entonces la vida le sonreirá a la derecha. Eso sería ganar en buena ley en base a la originalidad, la credibilidad y la consistencia.

Pero ¿qué pasará si no es esta la situación? Por supuesto hay que descartar el suicidio político, esto es, no se puede decir que los otros lo hacen mejor. Lo que queda, lamentablemente, es que si uno no sube en las encuestas, ni en la consideración general, ni eleva la calidad del debate entrando en los temas medulares, hay que bajar al otro de su pedestal.

Si el gobierno goza de credibilidad y el Presidente tiene prestigio y mantiene la confianza ciudadana, lo que le queda a la derecha es intentar cuestionar cada una de estas certezas públicas. ¿Por cuál camino optará? No tendremos que esperar mucho para saberlo, bastará con ver las reacciones al mensaje presidencial de hoy.

Si confía en si misma y en su candidato como líder, entonces su visión del mensaje será ponderada, alabará lo que le parezca bueno y ofrecerá las alternativas que se presentan en los casos que les parezca débil la cuenta gubernamental. La semana se abrirá, entonces, con el debate sobre propuestas.

La otra posibilidad es entregar una visión del mensaje será mercadamente oscura, que no reconozca logros importantes, que ponga la lupa sobre las dificultades y que no mencione las obras en curso. En caso extremo, de la crítica se pasará a la descalificación. El gobierno será presentado como una lacra para el país, sus personeros concentrarán el abanico de defectos personales y políticos. Se hablará de fracaso, de corrupción generalizada y de un alarmante retroceso como país. La frontera entre el ataque a las posiciones y a las personas será sobrepasada sin vacilar.

Según cómo reaccione, la oposición nos estará diciendo mucho más sobre ella misma que sobre el gobierno. Por sus críticas los conoceréis.