Cada cosa a su tiempo
Cada cosa a su tiempo
La Concertación debe resolver los problemas que se le presentan a su propio ritmo. Y no dejarse llevar por las invitaciones de la derecha para que se enfrasque en disputas internas. En el tema presidencial es decisivo que actúe así.
La alianza de gobierno debe ser persistente en el itinerario escogido. Ese es el camino que las encuestas han mostrado como un acierto. O sea, no puede saltarse la elección municipal si quiere optar a un nuevo período presidencial. Por lo tanto, la creciente adhesión anticipada a una u otra postulación implica salirse de la línea.
La derecha sabe que si la Concertación sale victoriosa en octubre, tendrá la primera opción para el año siguiente. Es ese escenario el que se está prefigurando cada vez con mayor nitidez. Pero, por supuesto, el probable resultado positivo para la coalición de centro-izquierda está empezando a ser detectado por las encuestas. Eso mismo pone a la Concertación en peligro, porque tiene dos cartas fuertes: ambas ministras y muy populares.
Pocas cosas más favorables para la alianza que ha gobernado con Aylwin, Frei y Lagos que el que sus posibles candidatas conciten adhesión sólo con hacer bien su trabajo, sin precipitar los acontecimientos y sin siquiera formalizar su postulación. Es puro beneficio, sin ningún costo. Lavín está a punto de quedar segundo sin siquiera tener un competidor oficial.
Las elecciones municipales deben ser un momento de intenso trabajo de colaboración de los partidos. El candidato concertacionista a alcalde será uno solo en cada comuna. De hecho, los partidos medirán su fuerza en los candidatos a concejales, pero localmente esto no tiene la intensidad que quieren darle las directivas nacionales.
El problema es trabajar o discutir sobre dos cosas distintas al mismo tiempo. La derecha lo ha entendido a la perfección. De manera que, gentilmente, ofrece amplia cobertura a Michelle Bachelet y Soledad Alvear, alternativamente, para cambiar el clima de concordia por el de una competencia anticipada. Es el viejo truco de hacer pelear a los adversarios entre sí.
El peligro mayor está en las declaraciones. Hace unos meses, analizar las posibilidades de las candidaturas no pasaba de ser considerado un comentario; ahora es una señal política. Como el problema no es tanto lo que se dice, sino la utilización de lo que se dice, ya no se tiene la libertad para hablar con soltura. Por eso, el mejor comentario que se puede hacer sobre la propia candidatura es el que no se hace.
La Concertación tiene que mantener una línea de coherencia en su actuación, que le permita tratar los temas de a uno. Lo primero es declarar con humildad que la cuestión presidencial no puede ser resuelta por una cúpula o un sindicato de cúpulas. Hay decisiones que no pueden ser escamoteadas a quienes se quiere representar. Esta es una de ellas.
En la primera ocasión en que se eligió candidato presidencial, esto se resolvió (en verdad) en la Junta Nacional de la Democracia Cristiana; en la segunda, se resolvió en una consulta acotada a los militantes y adherentes de la Concertación; en la tercera, fue una decisión mucho más abierta. En la próxima oportunidad, ¿volveremos hacia atrás? ¿Alguien cree que se ganaría sin consultar a todos los que quieren ser parte de la decisión?
En este aspecto, como también en la construcción del proyecto de nación para una etapa que se abre, la Concertación debe marcar la pauta. La tradición del conglomerado es innovar en cada oportunidad.
¿Existe la posibilidad de dirimir la candidatura de unidad sin entrar en una confrontación que deje heridas permanentes? Sin duda que sí.
La derecha está sosteniendo su candidatura sobre la base de imposiciones, uso de la fuerza y lesión de partidos y personas. Eso no es compatible con la pretensión de encabezar una nueva experiencia de gobierno.
Lo que hace la diferencia a favor de la Concertación es que las decisiones se toman no sólo pensando en la campaña, sino en el ejercicio del poder. Se tiene plena conciencia de que al día siguiente de tener el candidato hay que tener a todos los líderes significativos detrás de la opción escogida y a una pluralidad de organizaciones políticas dispuestas y deseosas de trabajar en conjunto.
La Concertación no va a eliminar líderes, va a escoger el lugar desde el cual seguirán trabajando en conjunto. Tiene figuras de relevancia nacional: no debe perder a ninguna. Sabe que contará con ellas antes y después de decidir. Por eso hay que aprestarse a pasar por una decisión, no por un trauma.
Todos los que adhieren a la Concertación han hecho el ejercicio de votar por alguien de otro partido. Los temores asociados a la idea de que esto le causaría daño al país se han mostrado infundados. No hay nada que temer de una decisión en conjunto.
Al revés, cuando se ha agudizado la competencia dentro de los partidos o entre los partidos, sólo ha habido que lamentar perdidas de confianza, de adhesiones, de tiempo.
Los presidentes vienen de un partido, pero no gobiernan para ellos. Vienen de un partido, pero gobiernan con el apoyo de la Concertación para el país. Por eso, las definiciones no tienen por qué quebrar la concordia.
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