lunes, febrero 16, 2004

El proyecto de la Concertación

POLÍTICA:

El proyecto de la Concertación


Víctor Maldonado

Nada hay de extraño en que los opositores no quieran tener una Concertación IV. Debiera llamar la atención que tampoco parecen quererlo los que apoyan al gobierno. Desde luego, no se trata de una especie de tendencia al suicidio político, más bien se explica por lo contrario: no hay dirigente que se precie dentro del oficialismo que no se pierda la oportunidad de decir que no quiere la sola continuidad de lo que existe, que tiene que venir algo nuevo, que marque el inicio de una etapa distinta.

A algo muy profundo deben responder estas reiteradas declaraciones, puesto que la necesidad de este relanzamiento ha sido propiciada por el propio Presidente Lagos. Bastante de esto tiene su libro de mitad de período “Conversaciones en el camino”. De más está decir que tampoco es usual que los presidentes escriban en medio de su agobiante tarea. A menos que estimara imprescindible iniciar una reflexión amplia y de largo plazo. Y éste es precisamente el caso.

Quien lea lo que en este escrito se dice (y los comentarios -hasta ahora- no han abundado) quedará con la fuerte impresión que ya se tiene una idea bastante precisa sobre cómo va a terminar la administración Lagos: cumpliendo con las promesas con que inició su período.

Una demostración adicional de que la Concertación sigue sin apreciar en plenitud lo que ha hecho es, precisamente, que no se haya apoyado más en un ejercicio inusual en cualquier mandatario: revisar lo prometido y marcar uno a uno los compromisos cumplidos. Eso es de lo que trata el libro y que, además, provoca una inusual dificultad. Es que es bastante difícil sobrellevar el éxito y, más encima, proponer algo diferente.

Por lo mismo hay que preguntarse en qué se ha tenido éxito y en qué se debe innovar en un futuro que se acerca más rápido de lo que pareciera.

Hay que decir con fuerza dos cosas. La primera es que, si de originalidad se trata, la Concertación debe innovar en nuestra historia -y en del continente-, atreviéndose a darle continuidad a sus políticas exitosas. No se trata de que cambie de ideas como si cambiara de traje. Ha de existir un núcleo básico de planteamientos -que se debe identificar desde el inicio- que caractericen sustancialmente su propuesta.

Habiéndose llegado al punto que hace una década se fijó alcanzar, lo que se requiere ahora es un cambio de horizonte. Fijarse un nuevo punto de llegada que asimile el tramo avanzado, los tropiezos del camino y las resistencias encontradas.

La verdad no puede sacrificarse a las necesidades publicitarias. La confianza básica que tiene la Concertación en la gente dice que cualquier cosa que suene a promesa sin consistencia, será de inmediato identificada como tal y, por lo tanto, repudiada. Una década de democracia ha influido decididamente en la educación cívica del país. Se trata de mostrar que se han abierto tantas puertas que, lo que un día fue meta hoy es lugar de partida; lo que antes se vislumbró es ahora lo vivido. Pero no está donde se encuentra para quedarse, pues debe seguir avanzando.

Lo segundo que se debe decir es que la misma continuidad invita a un salto en la tendencia. Se ha hecho bien una tarea y, por lo tanto, el reto es mayor. Se trata de pasar a responder a desafíos nuevos, que ni siquiera se vislumbraban en los noventa. No es posible adicionar un punto a cada gráfico que muestre los progresos obtenidos en las políticas públicas. Cuando se constate ese momento de pura administración, habrá llegado la hora de la derecha.

En los próximos meses habrá en la Concertación un amplio debate sobre qué aspectos deben ser profundizados y cuáles requieren un reimpulso. Hay que partir analizando lo permanente que tiene la tarea que la coalición ha estado impulsando en Chile.

De acuerdo con el libro presidencial, se pueden identificar algunos aspectos que merecen esta calificación. De partida, el proyecto permanente de la Concertación se asocia con la búsqueda simultánea de mayor equidad, mayor democracia y más crecimiento. Lagos lo señala de modo constante. No se trata de sacrificar uno de estos aspectos, simplemente porque todos ellos son necesarios. Libertad, desarrollo y equidad se potencian entre sí. Si hay crecimiento, es posible mejorar la calidad de vida de todos; si hay equidad, es posible un país más cohesionado y una democracia más estable; y si hay más libertad, aumentará el respeto hacia las personas, a la diversidad cultural; habrá un Chile más tolerante.

En otras palabras: para la Concertación no basta que la economía crezca, como tampoco acepta la promoción de la equidad a costa de lo que sea. Un crecimiento sostenido requiere de una comunidad nacional integrada y de una permanente ampliación de la libertad.

Esta manera de entender los objetivos del país diferencia a la Concertación de quienes defienden proyectos políticos excluyentes, unilaterales y autoritarios. Permite, además, distinguir entre medios y fines con mayor precisión.

En esta perspectiva, el Estado y el mercado siempre están al servicio de las personas. Y como instrumentos que son, al Estado siempre se le podrá reformular para asegurar una gestión transparente, con una alta calidad de la administración pública; al mercado, depurarlo de distorsiones para fomentar la competencia en un adecuado marco regulatorio. El Estado cumple un papel activo en el despliegue de las potencialidades de la economía.

Lagos es claro al afirmar que “nuestro sistema económico es de mercado, pero nuestro sistema político es la democracia” y que “ser ciudadano es más que ser consumidor”, porque el desarrollo es también lograr una vida con más seguridad para las personas y no únicamente el crecimiento.

Éstas son las ideas básicas a partir de las que se pueden identificar los logros obtenidos por la Concertación y las nuevas tareas a emprender.