viernes, enero 16, 2004

Cuando la superficie está en calma

Cuando la superficie está en calma

Quizá el cambio significativo es que la Concertación se consolida como una alianza que asegura mejor la gobernabilidad y que se hace evidente que Lavín empieza a perder ventaja ante sus posibles competidores, tanto porque ya no crece como porque los otros (“las otras”, más bien) mejoran posiciones.

Víctor Maldonado

Las encuestas de fin de año llevaron tranquilidad a la derecha. Como dijimos durante la crisis que la afectó, no había que esperar un derrumbe electoral por el solo hecho de que parte de su cúpula estuviera en problemas.

Lo que convirtió a la UDI en el partido más votado tiene que ver con la implementación de una estrategia de crecimiento de maduración lenta. Aquello que no se construyó en una sola jornada, tampoco se pierde en un solo día.

En todo caso, la UDI recibió un impacto en su espíritu mesiánico, esa convicción de encarnar una cruzada con fines redentores, dirigida por conductores inmaculados. Eran caballeros medievales a las puertas de Jerusalén, pero ya no están tan seguros de por qué emprendieron un viaje tan largo.

Del mismo modo que fue un error pensar que el gremialismo estaba profunda e irremediablemente afectado por la crisis, también lo es ahora pensar que no fue afectado en absoluto. Los sondeos no han sido pensados para detectar el impacto de situaciones como la que le tocó vivir.

De la misma manera, otros se pueden extrañar de ver a la DC en niveles de adhesión iguales o inferiores a los de hace varios meses. ¿Acaso su presidente no fue escogido como personaje del año hace doce meses, precisamente por haber reposicionado a su partido? ¿No tuvo la dirección falangista un impecable manejo en la misma crisis que tanta zozobra provocó en el gremialismo?

Se confirma que un buen trabajo no se expresa en una mayor adhesión. El PDC ha mostrado avances en dos áreas importantes: en la habilidad para el manejo político de coyuntura y en el posicionamiento propio en los temas de la agenda nacional inmediata. Ha dejado de producir noticias que muestren un agravamiento de su convivencia interna. Hay debates y diferencias en su seno, pero no se pone en entredicho a la organización partidaria. O sea, su problema no está en lo que hace, sino en lo que está dejando de hacer. En política, la habilidad en el manejo de coyuntura y en el debate de trinchera es importante, pero ello no dice nada sobre lo que ocurrirá pasado mañana.

No son pocos los partidos que, en diversos países, se han recuperado después de vivir momentos difíciles. Pero siempre se ha tratado de movimientos prolongados con acciones de largo alcance. Entre esas acciones destacan dos: la primera, la preparación de las generaciones de reemplazo y la formación de los adherentes activos; la segunda, la formulación de propuestas que conciten acuerdos amplios. Es aquí donde se concentran las carencias, las que, por lo demás, no son responsabilidad de unos pocos.

Lo que al PDC le falta es lo que sostuvo a la UDI en su peor momento. El problema no está en saber qué diferencia a quienes respaldan a su directiva y quienes son disidentes, sino en saber qué están haciendo ambos sectores por su partido. Regenerar la organización, entregar una sólida formación a sus adherentes y elaborar propuestas de interés para el país son tareas de “responsabilidad compartida” a desarrollar por personas con criterio formado. Si esto no se tiene, parecerá prescindible hoy, tal vez mañana se pueda sobrevivir, pero pasado mañana será un debate de historiadores saber si tenían razón los oficialistas o los disidentes.

Lo que decimos del PDC se puede aplicar también a los otros partidos de la Concertación. Calladamente, unos más y otros menos, sus dirigentes están entregando tiempo y dedicación a la puesta al día, y ello dará frutos en algún momento.

De modo que las encuestas dicen mucho, pero no hablan por sí solas. Nos pueden informar, por ejemplo, acerca de si se mantiene el dato central del escenario político nacional, cual es la competencia estrecha entre dos bloques. Y en este caso la respuesta es que sí se mantiene.

Los partidos siguen en la posición relativa que se les conocía, el gobierno sigue siendo bien evaluado por la mayoría y los presidenciables son los mismos que ya sabíamos.

Quizá el cambio significativo es que la Concertación se consolida como una alianza que asegura mejor la gobernabilidad y que se hace evidente que Lavín empieza a perder ventaja ante sus posibles competidores, tanto porque ya no crece como porque los otros (“las otras”, más bien) mejoran posiciones.

Nadie puede bajar la guardia. Ni antes ni después de las elecciones municipales.

Desde ya se puede adelantar la evaluación de los resultados electorales de este año. Siguiendo una arraigada tradición nacional, resultará que, viendo los mismos resultados, nadie considerará que ha perdido. Eso resulta algo exasperante, pero algo de razón tendrá cada cual.

La Concertación dirá que ha conseguido más votos, más alcaldes y más concejales que la derecha, por lo tanto, que ha ganado. La derecha dirá que aumentó su votación respecto de las últimas municipales, que se mantuvo en grandes ciudades y que, incluso, conquistó alguna alcaldía emblemática.

Ambos bloques tendrán razón porque ninguno alcanzará una ventaja decisiva sobre el rival. Unos y otros sabrán que todavía pueden perder.

En resumen, hay calma en la superficie, pero también fuertes corrientes subterráneas. Motivo de más para estar atentos.