viernes, julio 10, 2009

Quién puede renovar la política

Quién puede renovar la política

Víctor Maldonado

El que no puede mejorar su partido, ¿por qué habría de poder mejorar el país? El que no puede lo menos, no puede lo más. Irse es fácil, pero tras el primer impulso ¿qué queda? Renovarse no es cambiar canas por melenas, sino cambiar de comportamiento.


Las deserciones y sus razones

En la campaña presidencial se elige un Presidente, pero también se optará por una manera de ejercer el poder y la capacidad atribuida de dar gobernabilidad al país. Los candidatos no andan solos, importa mucho el equipo que los acompaña y saber cómo pretenden conducir a la comunidad.

El ejercicio del gobierno no es una aventura personal, sino una tarea colectiva donde importan mucho más que la intención de hacer cosas, la oposición o antipatía respecto de otros y el entusiasmo del momento.

Esta campaña presidencial se da en medio de una fuerte crítica a la política, los partidos y las coaliciones. Las deserciones que se han producido muestran que ya no es una sumatoria indefinida de casos puntuales, sino un efecto de cómo se tiene definida la competencia política.

Aunque las rupturas de la disciplina partidaria no conocen fronteras, han afectado más a la Concertación. De creer lo que transmiten los medios ligados a la derecha, se estaría ante un derrumbe definitivo que no ha hecho otra cosa que comenzar.

Quienes se van esgrimen desde principios hasta limitaciones a sus aspiraciones de llegar o permanecer en el Congreso. Casi sin excepción se dice que principios y aspiraciones se verán mejor servidos desde fuera de la Concertación.

En cualquier caso, y en particular cuando quien emigra ha pertenecido a un partido o una coalición un tiempo muy prolongado, se evita la crítica de capitán a paje. El objeto favorito son siempre las cúpulas partidarias. Ellas concentran la mayoría de los males del momento: no escuchan, no entienden, son incapaces de adaptarse, quieren permanecer donde están y carecen de intenciones de cambiar para mejor.

Quienes se van pasan por alto que ellos pertenecieron por mucho a la elite denostada, han sido parte medular del sistema que describen como perverso y algunos cargan sobre sus hombros más de una acusación. Pero no importa. Al parecer, al salir de un conglomerado se encuentra la pureza para renovar la política y mejorar la situación actual. ¿Será cierto o factible?

Una tarea, distintos procedimientos

Hoy nadie deja de constatar que mejorar la política no es sólo deseable, sino que llegó a ser una necesidad. El país ha cambiado mucho y la forma de hacer política demasiado poco en estos años. Eso ha generado una distancia entre ciudadanía y política de coyuntura. Pasaba el tiempo, aumentaba la distancia, pero no se arremetía contra los males.

Finalmente llega un momento en que se hace peligrosa la inacción. Las causas del deterioro son conocidas, aunque se discute el peso de los factores que ayudan: el binominal limita la competencia, por lo que llegó a bastar pertenecer a una de las dos coaliciones principales pasa asegurar cupos; los partidos han ido perdiendo densidad y envergadura y hoy son más administrados que dirigidos; ha llegado a ser excepción la disciplina; una importante cantidad de temas es postergada del debate; la democracia interna de los partidos y la selección de liderazgos dejan mucho que desear.

Los males son anquilosamiento de las organizaciones, falta de conexión ciudadana, limitación al surgimiento de liderazgos de reemplazo y la competencia y falta de factores de cohesión en los partidos y entre ellos, más allá de intereses particulares.

Éstos son los problemas, pero antes de avanzar hay que decir que los partidos no son puros problemas. También hay mucho de bueno y, aunque no es una costumbre el reconocimiento de los méritos ajenos, un mínimo de objetividad obliga a ver la otra cara.

En democracia hemos tenido presidentes y líderes nacionales ejemplos de probidad y dedicación; de los partidos han surgido constructores de Estado y personas que envidian en otras latitudes; hay políticos que hacen muy bien su tarea; y en la militancia es más frecuente la generosidad y el afán de servicio que lo contrario. Pero consultados los mejores, ellos también dicen que hay que convertir la renovación de la política en una tarea de hoy.

La renovación significa cuatro cosas y hay que ver quién puede emprender mejor estas tareas: ha de ser posible representar fielmente a una mayoría; hay que dar sustento a proyectos de envergadura; hay que unir a los partidos tras principios fundamentales al tiempo que se debate lo que se hace en conjunto con libertad y transparencia; y, hay que actualizar los liderazgos; es decir, mantener la sintonía de los líderes con los electores.

La Concertación puede más

Lo que sostengo es que, pese a todo, es la Concertación quien puede enfrentar mejor estas tareas y debe aprovechar la oportunidad que se le brinda de hacerlo sin mayores dilaciones.

La Concertación representa la confluencia del centro con la izquierda. En ello radican su magia y representatividad. Las otras opciones representan la eliminación de un socio no deseado y eso no permite la constitución de mayorías sólidas. Adolfo Zaldívar representa la fobia que desde el centro se puede producir con la izquierda; su ideal fue cambiar de socio. Hoy encontramos que se habla de Frei como "el candidato DC", queriendo decir que el ideal es que la izquierda confluya con más izquierda para ser una mejor opción (la confluencia de los alternativos), pero tal vez el pasado nos dé pistas de a dónde nos puede llevar esto. La centroizquierda puede cumplir su cometido mejor o peor, pero no puede ser reemplazada para constituir una mayoría gobernante.

Los proyectos de envergadura son aquellos que persisten en el tiempo, y lo novedoso que tienen como experiencia es que actúan por etapas sucesivas, coherencia e insistencia. No son hijos de la improvisación. El entusiasmo puede movilizar, pero sólo el convencimiento de la mayoría puede construir en democracia. Lo que vemos es que todos los sectores políticos prometen... mantener lo que tenemos y proyectarlo y eso es una confesión de parte que releva de pruebas.

Los partidos y las coaliciones enseñan a construir en conjunto, porque hay principios que se comparten pese a todo lo que pueda desunir. La Concertación ha sido capaz de unir al país porque ha logrado permanecer unida aun en los peores momentos. Sólo que para seguir uniendo los líderes han de entregar a sus partidos más de lo que los partidos les aportan. Los principios hay que enseñarlos; la capacitación ha de ser una constante; la elaboración de propuestas tiene que ser pan de cada día; la militancia hay que cuidarla; la búsqueda de nuevos adherentes es una necesidad. Los partidos se han debilitado porque son más los que los usan que los que los construyen. Pero no es desarmando lo que se tiene como se logra algo mejor.

El que no puede mejorar su partido, ¿por qué habría de poder mejorar el país? El que no puede lo menos, no puede lo más. Irse es fácil, pero después del primer impulso ¿qué queda?

Renovarse no es cambiar canas por melenas, sino cambiar de comportamiento. Actuar con mayor responsabilidad y visión es algo que se hace en comunidad, que se potencia sirviendo al país. La renovación dirigencial es una tarea que debe proponerse el gobierno y que la Concertación puede emprender. Cualquier otra alternativa ya tendría suficiente con hacerse cargo del Estado como para emprender la renovación.

La suma de los que piensan igual es sinónimo de minoría. La suma de los descontentos no hace un proyecto viable. Por eso la Concertación sigue siendo necesaria para Chile.