Hombre rico versus campaña pobre
Víctor Maldonado
Más allá de las intenciones de quien origina la denuncia, está en juego la capacidad de responder con solvencia y oportunidad. En el Estado se encontrarán problemas mayores y el que no puede lo menos tampoco podrá hacerse cargo de lo más.
Lo sucio en la campaña electoral
La campaña de Sebastián Piñera y el mismo candidato han acusado a sus oponentes, en especial a Eduardo Frei, de realizar una campaña sucia en su contra. En particular, lo que se estaría haciendo es dar publicidad al papel que Piñera habría tenido en la quiebra del Banco de Talca y publicitar que hubo un período durante el que habría sido perseguido por la justicia debido a esta causa.
La forma como se ha contestado a los ataques por parte del candidato opositor ha sido deplorable.
Primero, se demoraron demasiados días en asumir una posición pública, lo cual demuestra que el impacto interno fue grande.
Segundo, la respuesta consistió en descalificar a los acusadores, lo cual no apunta a lo sustantivo de la cuestión.
Tercero, la réplica fue tan débil que dejó el campo abierto a la insistencia en los mismos puntos, lo que puede dejar el debate político reducido a un tema de idoneidad y solvencia ética para ejercer el cargo de Presidente. Cuando el debate público se vuelve muy básico, todos pierden.
Saquemos algunas lecciones de cómo se ha llevado a cabo esta polémica en el actual contexto.
Creo que se puede afirmar que las candidaturas principales han estado debilitándose en los últimos días por faltas o errores propios, aun cuando Piñera se lleve las palmas.
Por supuesto, es evidente que cuando se es atacado por una falta grave, uno puede coincidir en que, si se da a conocer la respuesta una semana después y, además, ésta no resulta satisfactoria, entonces estamos ante un problema que se ha agravado. Lo que sucede en las primeras horas es que se consolida una interpretación que resulta demoledora y que es difícilmente reversible después de transcurrido un tiempo crítico. Y es eso lo que acaba de acontecer.
Enseguida, cualquier actor político responsable debe responder ante una duda o una sospecha sembrada sobre su actuación simplemente porque es lo que merecen los ciudadanos. Es posible que quien realice el ataque, denuncia o acusación, no le tenga ningún cariño al objeto de sus reclamos.
Pero este elemento no es lo fundamental. Más allá de las intenciones de quien origina la denuncia, lo que está en juego es la capacidad de responder con solvencia en la oportunidad requerida. Es lo que pone de manifiesto Michelle Bachelet en estos días ("un candidato debe estar disponible para contestar preguntas, dudas o descartar rumores"), que sobre aquello de recibir ataques tiene experiencia de sobra.
Estando a cargo del Estado, el postulante se encontrará con problemas mucho mayores y el que no puede lo menos tampoco podrá hacerse cargo de lo más. De no ser así, los gobiernos difícilmente responderían a los cuestionamientos públicos, dado que -es evidente- la mayor parte de ellos se origina en sus detractores. Sin embargo, y con razón, en ninguna democracia se puede actuar de otro modo que dando la cara.
Estancamiento y retroceso
La debilidad de la candidatura de derecha es, en realidad, la imposibilidad de un candidato de poder presentar, con naturalidad, los diferentes episodios de su vida. Puede que Piñera siga puntero en las encuestas, pero la tendencia al estancamiento y al retroceso no lo favorecen y esto es, a la postre, lo que más importa.
Una postulación en apariencia fuerte esconde una debilidad de fondo que amenaza con el colapso. No es que las acciones de la campaña carezcan de lógica, pero, en general, se trata de un candidato débil con una campaña fuerte y bien financiada.
Es esta característica de la postulación de la derecha lo que ha dejado en un discreto segundo plano los problemas de la candidatura de Frei. Sólo que, en este caso, nos encontramos con la situación inversa. Aquí tenemos un candidato fuerte y una campaña débil. La mala noticia para la candidatura de la Concertación es que aún no está haciendo suficientes méritos propios para ganar. La buena noticia es que los problemas que se detectan son todos subsanables.
Si más de un vocero da opiniones diferentes a las del candidato, puede que exprese un proceso de natural aprendizaje de quienes hacen uso de la palabra, pero ante todo muestra una falla de coordinación en las emisiones de los mensajes del día. Si hay más gente a lo largo del país que quiere colaborar con la campaña que la capacidad alcanzada de ponerlos a trabajar detrás de un propósito común, entonces hay una falla en la coordinación de acciones en el territorio. Si son muchas las ideas que se presentan en una campaña, pero aún no es fácil para los adherentes sentirse interpretados por un mensaje central nítido, entonces algo pasa con la coordinación programática que no funciona bien.
Y si la emisión de mensajes, la coordinación de acciones y la presentación programática no parecen sintonizar a plenitud, entonces el mal es uno solo y se llama falta de conducción estratégica del comando.
Articulación estratégica
En la práctica no se puede ser, al mismo tiempo, candidato y director de campaña. Son habilidades diferentes, son funciones distintas, son tareas que requieren total dedicación y concentración de mente y espíritu.
Lo que quiere decir que cuando se tiene un excelente equipo humano a disposición y no se logran resultados óptimos, eso se debe a la carencia de un centro de decisión capaz de coordinar acciones. Sin director no hay orquesta que toque bien.
No se trata de un cambio de personas, sino de ponerlas a trabajar en sintonía. Para eso, todos los que están sirven, salvo tal vez que se diera el caso de que alguien se estuviera especializando en descolocar frecuentemente a los aliados y en sacar de las prioridades propias a todos por igual. Pero eso no es muy frecuente de encontrar, porque semejante desatino requiere contumacia y una incapacidad extrema de enmendar conducta.
Hay puntos de quiebre en una campaña. Se trata de un número limitado de días donde se pasa de un cierto estado de duda y confusión a una sensación colectiva de triunfo o de derrota. Estamos en uno de esos momentos determinantes.
Esta campaña no se ganará por puro entusiasmo o aciertos descollantes, sino por consistencia en las acciones, una ordenada prosecución de objetivos, la capacidad de persistir en los temas propios, sin enredarse en polémicas secundarias, estériles y faranduleras. Cuando se desvaloriza la política llega la hora del espectáculo, y en eso hay muchos otros que resultan más idóneos.
Por eso es ahora cuando hay que saber tomar la iniciativa. Pero creo que es posible saber desde ya quién responderá mejor a la prueba. En un caso falla el candidato, en el otro caso falla el comando, pero un equipo de apoyo puede ser reciclado, un candidato no se puede reinventar por dentro. Menos cuando se ve a sí mismo como una suma extraordinaria de cualidades.
En campaña nadie deja de tener problemas, y hasta los propios se encargan de agregar algunos que no se tenían al principio. Pero se pueden sobrellevar y superar con esfuerzo y generosidad. Sólo que para eso hay que haber practicado antes. Si no, se está en verdaderos problemas.
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