El más atacado es el que la lleva
El más atacado es el que la lleva
Víctor Maldonado
La Concertación no está presentando síntomas de agotamiento al mismo tiempo que de regeneración y eso es lo que está sosteniendo a Frei. Por eso está cambiando la percepción de triunfo.
El cambio del centro de atención
Cómo ha sido cambiando el peso específico de las candidaturas presidenciales queda evidenciado por la dirección que están tomando la mayor parte de los ataques de campaña.
Cuando el fuego cruzado se produce respecto de un candidato es seguro que ello acontece porque está ganando la iniciativa y está obteniendo respuesta ciudadana.
Hace poco, los demás candidatos se centraban en Piñera. Ahora el centro de los ataques se focaliza en Frei y esto es bien decidor respecto de quién está ganando una progresiva ventaja en la competencia por La Moneda.
Por supuesto que, siendo Frei el candidato "oficialista", el tema en debate ha sido el de la "intervención electoral".
Ahora resulta que la derecha reconoce que la competencia será estrecha (antes se daba por ganadora segura) y, en estas condiciones, les parece que la intervención del gobierno puede resultar decisiva.
Sin embargo, es evidente también que las candidaturas alternativas a la de Frei no han encontrado una posición sólida desde la cual hacer sus críticas.
Ante todo el tema de la intervención electoral es algo bastante alejado de las preocupaciones ciudadanas y es bien dudoso que se convierta en un centro de atención de los destinatarios principales de cualquier campaña.
La candidatura de la Concertación no parece muy interesada en acompañar a las otras postulaciones en un tema que no es el centro de preocupaciones.
Lo principal de este intento de la derecha es que no tiene por verdadero destinatario a Frei ni su comando, sino al gobierno y a la Presidenta Michelle Bachelet.
Pero el enfrentamiento directo ha sido evitado por la oposición, porque proceder de esta forma la llevaría a un antagonismo con la Mandataria que quiere evitar a toda costa.
Claro que los cursos de colisión son mucho más fáciles de advertir y de retrasar que de impedir. Tarde o temprano la derecha tendrá que sincerar su crítica e identificar su auténtico destinatario.
Cuando ocurra, se agregará un dato a la competencia: la consolidación de una frontera mucho más clara entre el candidato de la Alianza y -esta vez- el gobierno. Con esto llegará a un resultado aún peor que el que ha querido rehuir hasta ahora.
Prohibido acercarse demasiado
Como saben todos, una parte de los electores de Piñera apoya también a Bachelet. De producirse una confrontación abierta entre ambos, los electores tendrán que reconsiderar una adhesión doble que consideraban compatible.
Ante la nueva situación, una parte de la adhesión del candidato-empresario reconsiderará su opción. Pueden ser muchos o pocos, pero tal división se producirá justo cuando el aspirante de la derecha necesita imperiosamente crecer.
Las alternativas disponibles no parecen buenas para el candidato que hasta ahora ha conservado la mayor adhesión en las encuestas.
Por cierto, hay más de un modo en que podría actuar su candidatura para lograr mejor sus propósitos, algo que no parece conveniente de profundizar de parte nuestra.
Lo decisivo es que el hecho que a sus estrategas no se les ocurra cómo actuar, muestra una falla de fondo en el diseño de campaña.
La reacción fuera de la derecha tampoco ha brillado por su efectividad. Enríquez-Ominami ha criticado que Frei se apoye "demasiado" en Bachelet, lo que sería "abusar" de ella, aunque le reconoce el derecho de recorrer el país y defender su obra.
La debilidad de esta crítica es que el acercamiento entre los actores políticos y la identificación de ambos tras un mismo proyecto político es algo que definen y deciden los implicados y no quienes los miran desde fuera.
De nuevo, este candidato otorga a Bachelet la última palabra sobre la justificación de sus acciones. Pero si la postura de la Mandataria resulta entendible para los ciudadanos, entonces la crítica no se puede mantener o se debe optar por una oposición más frontal con el gobierno mismo, lo que, nuevamente, simplifica las opciones políticas presidenciales desde el punto de vista de los electores.
En medio de la carrera presidencial, tampoco el principal apoyo político del diputado ha destacado al intentar poner en el centro de atención un tema secundario que no viene al caso.
El senador Ominami ha empleado una insólita cantidad de días en protestar por la separación de su cargo de un seremi en la Quinta Región.
Ahonda reiteradamente sobre las falsas bases que se habrían tenido en cuenta. Pero lo extraño es que al senador se le pase por alto el efecto básico de su proceder.
Hay algo antinatural en su actitud. Primero, porque los cargos de confianza en el Ejecutivo pueden ser separados de sus funciones por una decisión superior sin explicitación pública de causas y una variedad de razones que exceden la acusación de falta grave o un delito. Segundo, porque cuando alguien se siente afectado por una decisión, suele él mismo asumir su defensa.
Nadie habla por el afectado, porque no necesita un representante para defenderse (si tal cosa se aplicara al caso, lo que tampoco corresponde).
Ominami reacciona como si asumiera la defensa de alguien que le es propio, como un pupilo. Pero por esta vía sólo puede salir perjudicado o llegar a un punto insostenible.
La fuerza de un equipo
Las críticas están develando una fortaleza de la campaña de Frei que ha sido desechada hasta hoy por diversos analistas. Porque la mayor fortaleza del senador tiene que ver con el respaldo que está consiguiendo de la Concertación en su expresión más amplia.
Como se ha ido estableciendo la idea de que la coalición de gobierno está en crisis, se ha dejado de ver a la centro-izquierda organizada como una fuerza capaz de producir efectos políticos decisivos. Pero las crisis no son sinónimo de problemas insolubles.
Lo propio de los procesos de desintegración es la falta de cooperación entre actores relevantes, y el predominio de la búsqueda de intereses particulares. Y no es eso lo que acontece.
Mal que les pese a muchos, se evidencia que los síntomas de desgaste tan palpables entre los niveles dirigenciales no son el único fenómeno a observar.
También se hace presente una adhesión amplia a un proyecto político que se ha hecho cada vez más visible y operante. Se puede observar que el desgaste de una elite dirigencial no es sinónimo del desgaste de toda elite posible, incluyendo las de reemplazo.
Nuevos líderes se asoman y es posible que su incidencia se amplíe con los meses y, por supuesto, a partir de la asunción del nuevo gobierno.
Se está desechando la idea, un tanto absurda, de que lo mejor que le podría pasar a la Concertación es que perdiera el poder, porque de este modo tendría tiempo de regenerarse.
Esta idea está siendo reemplazada por otra: que lo que renueva a la política es enfrentar los desafíos del momento político de manera dinámica, actual y renovada, antes que por el abandono de las responsabilidades que se ejercen.
El mejor ejemplo es la derecha y cómo la ha afectado su separación del poder. Luego de tanto tiempo no se ve que sea particularmente renovada, creativa ni que haya mejorado sus prácticas.
Las personas que han planificado su puesta al día no son precisamente la renovación andando. Sus posibilidades electorales, tras tanto tiempo, no se han hecho arrolladoras ni mucho menos.
La política no se renueva renunciando al poder, sino ejerciéndolo mejor. La Concertación no está presentando síntomas de agotamiento al mismo tiempo que de regeneración y eso es lo que está sosteniendo a Frei. Por eso está cambiando la percepción de triunfo.
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